Por Ana de los Ríos
Rodrigo Ayala
“Ella”
óleo /tela
76 cm x 122 cm
2017
“Ella”
óleo /tela
76 cm x 122 cm
2017
Esta pintura de Rodrigo Ayala es una imagen compleja que combina elementos que aun siendo disímbolos se articulan para constituir una unidad. Presenta signos icónicos que poseen también cualidades que los convierten en signos plásticos. Este es el caso de la multiplicidad de espacios construidos mediante planos y líneas en perspectiva, manchas y juegos lumínicos. Es imposible hablar de un espacio único simplemente dividido. Los espacios, en plural, son espacios vivos que se extienden no sólo en el plano horizontal sino que se aventuran en distintas direcciones. Es interesante la incursión hacia la verticalidad. En ambas esquinas inferiores, hay espacios dados por unas cuantas líneas, luces frías y salpicados. Estos signos, prioritariamente plásticos, desobedecen la lógica y rompen la continuidad del piso para transmutarse en signos icónicos algo indefinidos y abiertos que invocan al mundo de abajo, a lo subterráneo, a lo desconocido, al inframundo. Paradójicamente, en la pieza que nos ocupa, esta realidad del plano inferior se presenta en tonos claros, en un blanco crudo y frío aunque manchado a diferencia de lo que generalmente se asocia al inframundo o al infierno que es lo oscuro. Otros códigos blandos cuyo significado es abierto son los cuadrados de colores planos que al estar sobrepuestos parecen flotar en el aire y refuerzan la percepción de la espacialidad múltiple.
En cuanto al tratamiento de estos espacios misteriosos, el plano de funcionamiento predominante es el sintáctico. El espacio sin las figuras podría ser una metáfora de soledad, un símbolo de incertidumbre o por lo menos tener una connotación de suspenso como en otras obras del artista. Sin embargo, en esta ocasión, una saturación de referencias icónicas dada por la repetición de tipo y de referente de una figura femenina con modificaciones plásticas irrumpe en el espacio. Tomando como modelo una fotografía y seguramente utilizando un retroproyector, la representación mimética de la misma mujer en 4 variaciones, adquiere una presencia casi hiperbólica.
Tres de las representaciones parecen ser retratos colgados en los muros y en el recinto central se encuentra la cuarta versión. El tratamiento pictórico de esta figura central es un tanto esquemático por la simplificación de los contornos y la sustitución del claroscuro del volumen naturalista por colores casi planos. El rostro aparece al alto contraste recordando calidades del arte pop. La geometrización y el tratamiento pictórico-matérico de una parte del vestido de esta variación se vincula, por razones de semejanza, con los cuadrados de colores planos que flotan. La figura en la que la mimesis es más exacta corresponde a una de las pinturas colgadas. Ahí, hay una mejor definición del volumen y el ropaje da cabida a trazos audaces que logran efectos plásticos atractivos. Estas dos representaciones ilusionistas de la figura femenina idealizada son claramente signos icónicos, códigos duros y referentes conocidos. Las figuras de los segundos planos son más sobrias. Una es una silueta y la otra un bosquejo de la misma mujer. La figuración de Rodrigo aún tiene camino por delante para adquirir una identidad distintiva.
¿Que evoca esta figura? La postura es una postura trabajada que resulta estereotipadamente seductora. Glamour, sensualidad e inclusive lo fatuo y lo superficial son connotaciones posibles en el contexto actual. Quizás para la mujer fotografiada hace décadas a decir por la moda del vestido y la forma de arreglar el cabello, una postura así era la sensualidad por autonomasia. Por contradictorio que pueda parecer quizás la modelo se veía a sí misma como símbolo sexual y al mismo tiempo como la personificación alegórica de libertad o liberación femenina.
Aun cuando el motivo insistente se acumula de una manera similar a una misma rima consonante en un poema, la repetición de la figura es pesada pero no tediosa. Esto se debe a dos factores. El primero está constituido por las variaciones de tratamiento y grados de exactitud de la representación ilusionista que incluyen el naturalismo casi exacto, el simplificado, la silueta y el bosquejo. El segundo factor está dado por la colocación de las figuras en distintos espacios que podrían evocar inclusive realidades distintas. Hay un juego entre lo virtual y lo real en esta pintura. No hay certeza. El tropos está dado por el hecho de que tres de las figuras aparecen como imágenes bidimensionales cual retratos colgados en las paredes. Es más, uno de los muros con su cuadro colgado podría ser en sí mismo un bastidor y no un muro. Pintar cuadros dentro de un lienzo es quizás una forma de metalenguaje. La figura central aparece sentada en una mesa pero le falta arraigo y peso. Su grado de presencia corpórea es reducido. Además, un contorno blanco y parejo que la rodea la separa artificialmente de su entorno y da la idea de pastiche o mampara; esto es, podría ser también una figura pintada sobre un plano bidimensional recortado. Esta confusión de dimensiones es la estructura perfecta de la desorganización. Rodrigo juega con estas contradicciones o incoherencias confiando en su composición rigurosa y precisa.
En el plano pragmático el espectador puede experimentar incertidumbre o confusión lo que adquiere connotaciones de contenido. La pieza podría definirse como una representación pictórica intervenida con elementos expresivos, o una forma expresiva de pintura cuyo soporte son estos espacios interferidos por figuras naturalistas. Esta pintura podría leerse como una alegoría de la experiencia onírica o perteneciente a la memoria donde los escenarios son múltiples, se repiten, se entremezclan y se presentan en distintos grados de definición.
El ritmo de líneas de fuga a veces explícitamente marcadas con pincel o esgrafiadas y a veces implícitas en los cambios de inclinación de los planos conforma el andamiaje de la composición y construyen los espacios arquitectónicos. Es la arquitectura la que ofrece mayores calidades plásticas en esta pintura. A nivel de funcionamiento pragmático, el espectador quizás huye del ruido del plano icónico para refugiarse en el silencio que prevalece en el fondo. Allá la presencia de las figuras está diluida y hay espacios pequeños y profundos en los que la mirada y la mente pueden reposar. Es en estos espacios que lo semántico le devuelve a lo sintáctico la prioridad que le había arrebatado en el plano cargado de códigos duros.
En cuanto al proceso de producción, se puede inferir la experiencia del pintor que ha dejado huellas de su forma de proceder. Hay evidencia de las etapas. En la imagen se distingue la sobreposición de las capas. Hay lugares donde el gesto y la espontaneidad inicial del pintor perduran. Otros sitios se cubrieron y definieron con una preocupación casi perfeccionista. El caos de los salpicados, los chorreados y los trazos gestuales contrastan con líneas rectas, definidas y cortantes; juntos crean distintas atmósferas que a nivel sinestésico podrán resultar ruidosas unas, las del primer plano, y silenciosas otras, las del plano profundo. Rodrigo logra la consolidación de una personalidad pictórica sobretodo en la forma en la que construye sus espacios acercándose bastante a la conquista de la impronta.
La luz es otro de los signos que funcionan tanto a nivel icónico como plástico. Hay distintos focos de iluminación, una especie de cubismo lumínico remite a distintos momentos y por tanto refuerza la idea de la pluralidad de espacios. Los valores de luz y oscuridad predominan de manera importante sobre las calidades crómaticas. La utilización del color es sumamente austera. En cambio, dentro de los blancos y los oscuros se perciben distintas temperaturas resaltando una luz cálida y apacible que penetra en el segundo plano. No está pero se infiere, un espacio exterior de donde proviene esa luz. Existe, en ausencia, un espacio más. Los sepias trasparentes y luminosos de la habitación pequeña del último plano confieren profundidad y evocan calma. En el primer plano, aparece un blanco frío y crudo salpicado con oscuros poco saturados que marca el espacio subterráneo ya mencionado. Los tonos y las tesituras dadas por las trasparencias, los glaceados, así como por las partes de alta saturación son recursos plásticos que Rodrigo orquesta para conferir plasticidad y profundidad para el deleite del observador.