viernes, 11 de junio de 2010

Serie de “Payasos” de Daniel García

Por Betsabé Tirado

El circo, y especialmente, los personajes del circo, han sido uno de los temas el arte. No tanto dentro del arte plástico o visual, sino dentro del cine. Algunas obras, como El hombre elefante (1980) de David Lynch, se concentran en el personaje deforme, un monstruo, que vive alejado de la sociedad; que es explotado y mostrado a la gente por su dueño. Otros artistas se concentran en la vida circense, en las relaciones sociales que viven los diferentes personajes que componen el show, y en su vida nómada. Los personajes de circo, o los que son tomados por la sociedad como una curiosidad, son un tema que le ha interesado al artista, principalmente por la dimensión psicológica del personaje. Una dimensión psicológica que es ofrecida a la subjetividad del espectador.



Sin embargo, otro sector también ha tomado al circo como tema, y en general todo lo que tiene a su alrededor, incluidas las imágenes visuales cotidianas en la que está inmerso. Este es el niño; quien no busca premeditadamente llegar a la subjetividad del espectador. Pero que a pesar de ello, a sido tomado como modelo por ciertos artistas o grupos artísticos. En lo infantil, los artistas han encontrado una otredad o alteridad al del artista ideal. Entendiendo aquí por artista ideal al artista moderno modelo, cuya obra es autónoma, y caracterizada por algunos aspectos de lo bello, como la armonía y la unidad. Como dice Margaret Iversen, “La inversión del Modernismo en el Objeto Ideal, refleja su deseo de un sujeto coherente”1. Ese sujeto quizá se asemeje al autor ideal de Mauricio Beuchot, uno plenamente consciente de lo que compone su obra, y especialmente, de su búsqueda conceptual y formal.
Justamente, lo infantil, se ha tomado como alteridad de ese sujeto consciente que busca la armonía, la unidad y el equilibrio en la obra. Lo infantil tiene la característica de poder suscitar en el espectador pensamientos imprevistos; pues su lógica no es la del mundo adulto con sus convenciones sociales y estéticas. Las pinturas, dibujos y modelados de los niños, no tienen un propósito premeditado consciente; o al menos, su prefiguración no tiene la misma relación con el producto que la del artista. No en vano, en lo infantil encontraron los surrealistas, y también Dubuffet, un modelo a seguir; aparte de aquello producido por los enfermos mentales, culturas consideradas primitivas, y otros grupos minoritarios.

La búsqueda de lo infantil y de lo no premeditado se puede encontrar en los cadáveres exquisitos, y en varias obras de Dubuffet. Se caracterizan por un dibujo aparentemente desembarazado, más o menos rápido, y en ocasiones, por algunas características de lo gestual. Como espectadores, podemos percibir como es que el autor a trazado; y que ha buscado alejarse de las convenciones del arte hecho de modo sumamente controlado.
Son estas características las que podemos ver en las pinturas de Daniel García, que conforman una serie en proceso sobre el tema del circo; que por ahora, ha abordado a través del personaje del payaso.


Payaso con globo podría ser tomado por una pintura realizada por un niño, por el alejamiento de la representación de las figuras respecto a convenciones de proporción. El niño puede estar convencido de que lo representado “es” un payaso que sostiene un globo. El adulto necesitaría que el niño exprese qué ha representado para poder intentar entender su pintura. De igual modo que un niño nombra los objetos representados, Daniel García nos ha proporcionado el título; sin el cuál ignoraríamos que esa figura es un payaso con un globo.
Gracias a que el artista ha podido mantenerse distanciado de nuestra imaginería icónica común; el espectador tiene la oportunidad de acercarse a una otredad en el arte, y a apreciar la obra subjetivamente, ampliando nuestra imaginería.

Payaso con pelotas, además, logra presentar una figura en acción, que parece moverse. La sensación de movimiento es planteada a través de líneas rápidas realizadas en direcciones constantes, que cruzan la figura y van más allá de ésta. Es, por supuesto, el movimiento del trazo del pintor, el que ha quedado fijado en los elementos.
Los trazos de dibujo y que plantean el color local de las figuras, nos muestran el gesto del pintor; así como algunas de las etapas del pintar. La pintura local que rebasa el dibujo de contorno, nos sigue recordando el dibujo del niño. Igualmente, la representación de un rostro a penas sugerido, nos alude a lo infantil.

El uso del color es, por supuesto, el de alguien que conoce la pintura. Pues cada obra tiene un color dominante en extensión, que es variado a través de mezclas. Y otros pocos colores que salen de la gama imperante, dando más variedad al color que sin ello, sería uniforme. En Payaso en meditación, por ejemplo, el rojo y el magenta funcionan como acentos que captan nuestra atención después de ver la figura. Pero esta obra, aunque tenga un gesto semejante a las anteriores, no nos lleva tanto a una estética infantil; sino a una zona aún más subjetiva, que probablemente pueda ser nombrada bajo el nombre de lo tétrico. La expresión del rostro del payaso es contradictoria, una sonrisa con los dientes mostrados cual cráneo; y unos ojos que expresan tanto tristeza como enojo.
Por encima de ello, parece que la figura piensa algo que desconocemos; probablemente por aquél reflejo.
La reflexión de parte del rostro, la inversión de su sonrisa; es un polo opuesto del gesto; unido por la forma, pero que a la vez se une en nuestra mente. Daniel García nos presenta una dualidad polar por medio de la representación del reflejo. La imagen del reflejo es, entonces, el otro del personaje. Ante la contradicción de los gestos expresivos, y la polaridad; como espectadores no podemos abandonar la subjetividad, la pintura nos provoca una emoción desagradable que he tratado de verbalizar sin poderlo.



La serie de Daniel García, por tanto, tiene una dimensión expresiva importante; desde el lado de la forma y la estética, como en el abordaje del tema. Ciertas obras logran rebasar mediante algunos aspectos, la imaginería común; otras se mantienen dentro de ésta, pero desde el lado de la gestualidad.
Sin embargo, desde el punto de vista artístico, hemos de reconocer que la imaginería se localiza en una parte de la historia del arte moderna. En aquellas obras producidas por medio de la subjetividad del pintor, y que a su vez, buscar un acercamiento semejante del espectador. Y esa imaginaría en parte se localizó en lo gestual —aunque también en la estética de lo infantil, lo naïf, y del extrañamiento—. Daniel García se a acercado más a lo infantil, en parte a lo naïf, pero no directamente al extrañamiento, a pesar de que el reflejo tenga una dimensión fuertemente subjetiva.

Hemos tratado en clase el concepto de código de acceso, como aquél elemento o dispositivo capaz de provocar interés en el espectador. He dicho que hay una dimensión expresiva y subjetiva en la obra de Daniel García, sin embargo, no puedo asegurar que ello sea lo que primeramente llama la atención. Probablemente, el código de acceso lo podamos encontrar más bien, en la imaginería que se ancla sobre un tema. El tema general es el payaso, pero el tema verdadero a significar es otro. El tema es la forma, esa forma que es tanto color, como relación con la imaginaría —lo infantil—. De cierto modo, la obra es autoreferencial, pues la forma lleva a la estética, y la estética lleva a la forma. Se trata de nuevo del modernismo.


Pasa otra cosa en Payaso triste, que parece ser de otra serie. Aquí el verdadero tema es, además de la forma, la historia. Daniel García nos está llevando a través de ala apropiación de una organización formal, al Cubismo. Podemos reconocer en la nariz, la cita a Picasso; así como en los planos blancos y verdes. La geometrización de las partes de la figura, planteados como figuras autónomas irregulares, son también cita al cubismo.
Daniel García entonces, se acerca al modernismo ahora desde una visión posmoderna, a partir de la apropiación.
Así, su obra se desplaza del plano subjetivo y expresivo, a lo racional y lógico. Así, nos deja en suspenso sobre su proceso como pintor. Nos deja ante la expectativa de qué camino seguirá.

Si antes el modernismo funcionaba como modelo a seguir, es probable que ahora se vuelva simplemente referencia.

1. Margaret Iversen, Beyond Pleasure: Freud, Lacan, Barthes, Pennsylvania, Pennsylvania State University Press, 2007, p. 103.

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