Sobre la Obra de Anna Guadalupe López Anaya
Por Hernán Alberto Alfonso Jiménez
Cuando vi por primera vez el cuadro de Anna López Anaya titulado Autorretrato con cráneo, no pude evitar, ver las analogías que se presentaban entre esta obra y las innumerables escenas de la historia del arte que se suscriben al tema Vanitas, muy popular en los bodegones de los países bajos del siglo XVII; pero, ante todo, con las obras Magdalena penitente de la lamparilla y La Magdalena penitente del espejo de Georges de la Tour, escenas donde aparece una mujer joven mirando a un costado de manera meditabunda mientras un cráneo la acompaña en sus reflexiones. Ahora bien, dejando reposar el anterior breve comentario, que ha servido a manera de introducción y será importante posteriormente, hay que decir que el presente escrito, tiene como fin encontrar las características semióticas de la obra de López, es decir, cuales planos de funcionamiento operan en la pieza, cuales son sus enfoques conceptuales y cuáles son sus características discursivas y retóricas.
Autorretrato con cráneo es una pieza pictórica de cincuenta y cinco centímetros de alto por setenta y un centímetros de ancho, al óleo sobre lámina transparente de polimetacrilato mejor conocido como acrílico o plexiglás, que posee como soporte características especiales alejadas al soporte normal de tela o madera para esta clase de trabajos, por ejemplo, la baja opacidad, la superficie translucida y muy lisa que necesita ser lijada para poder recibir y soportar el pigmento. En la pieza, como es común en las últimas piezas de Anna, aparece una zona del cuadro con una representación icónica de alta verisimilitud y otra donde se puede ver totalmente el soporte acrílico sin ninguna modificación. La escena de la pieza muestra el busto girado hacia la izquierda en perfil de una mujer joven a la derecha inferior de la obra, que mira hacia un lugar indeterminado fuera de los limites del cuadro; una franja de tonos naranja recorre la parte inferior y sobre esta, casi al centro de la composición, reposa un brazo y una mano descolgadas; por ultimo en la parte superior izquierda y justo por encima de la anterior franja, hay un cojín de colores tierras con el dibujo a línea, muy delicada, de un cráneo humano, también de perfil y virando hacia la misma dirección del personaje femenino, y que muestra los nombres de los huesos de este en inglés. El resto de la superficie de la obra, como hemos dicho antes, se encuentra sin utilizar, permitiendo ver el material y las cualidades y características de este. Además de este fronte, algo característico de esta pintura de Anna López es la posibilidad de ver el reverso de la capa pictórica, ya que, por la translucidez del soporte, si vemos el anverso, podemos ver la escena girada en espejo y otra configuración de las capas de la pintura; esto último le de otras dimensiones a su obra y posibilidades semióticas.
Ahora, ya sea por su naturaleza figurativa o por los signos reconocibles y con gran peso en cuanto a valor simbólico, Autorretrato es una pintura que se estructura en un plano de funcionamiento eminentemente semántico, pues invita al espectador a situar su atención en el significado posible de la pieza por encima de todo los demás respecto a ella; esto, tal vez, se deba sobre todo por el icono del cráneo de la parte izquierda de la composición y su relación, compositiva y sintáctica con la cabeza de mujer de la parte derecha: encontramos la misma direccionalidad, dimensiones similares y una relación cromática cercana entre la piel y la superficie del cojín-hueso. Pese a ello y como hemos vislumbrado, el plano sintáctico está también fuertemente presente en este cuadro, ya que los valores técnicos y formales de la pieza saltan sobre el que la observa y lo llevan a preguntarse el porqué, por ejemplo, del soporte, la relación geométrica entre los ángulos rectos, las figuras cuadradas o rectangulares y las formas y tonos orgánicos; el espectador posa su atención sobre la reflexión de la luz sobre la lamina de acrílico transparente o la translucidez de la misa, lo que esta deja ver más allá de la pintura, la relación de este plano “vacío” con el plano naranja que lo equilibra mas abajo, La relación simétrica de los tonos carne antes mencionados, o del poderoso plano oscuro, conformado de tonos sienas y azules oscuros, que se encuentra en el extremo inferior derecho de la pieza. Ahora bien, si le seguimos buscando, brincará la presencia del propio objeto, es decir, según sean las posibles condiciones del montaje que en este caso es sobre un caballete de trabajo, es inevitable no tentarse a ver la pieza por su parte reversa o por los lados, y entonces preguntarse sobre la superficie pictórica y sobre la misma pintura, el ejercicio de está y su proceso que construyó la imagen final; en este último ejercicio podríamos ver vislumbrarse un poco del funcionamiento a nivel pragmático que potencialmente tiene la obra de Anna.
Continuando con el análisis, en Autorretrato con cráneo podemos adentrarnos ahora a ver cuáles son los enfoques conceptuales generales que gobiernan sobre está obra y como están operando en ella. En primer lugar, hay que señalar como está funcionando el concepto de Representación en la obra de Anna, concepto que es el primero que se visualiza al observar la pintura, ya que los valores técnicos y miméticos de la autora, hacen evidente la soltura y la facilidad que ella posee para lograr tipos verosímiles de los referentes de la naturaleza o la realidad común de un espectador; aun así, cabe resaltar, que los límites entre representación e imitación son algo difusos en esta pieza, pues por esa misma facilidad mimética es difícil decir que no haya una necesidad en la búsqueda casi obsesiva de lograr una igualdad absoluta con el modelo de la realidad, pese a ello, las posibilidades semánticas de la obra, permite desviarnos, como espectadores, de revisar la ejecución imitativa y poner más atención a los códigos que se encuentran en la superficie, en este sentido es la representación la clara soberana de la obra, entonces en la pintura de Anna hay dos tipos de Representación: Pictórica, al buscar la fidelidad con el modelo representado, es decir que se reconozca la cosa pintada, y Simbólica, al existir una pulsión de significado de manera muy fuerte. Ahora bien, en Autorretrato también se encuentra en su superficie, evidentemente el Proceso como valor conceptual, pues como se ha dicho antes y dependiendo de la situación instalativa de la pieza, el observador que ha caído en la tentación de ver la pintura en su reverso, vera la configuración de las capas de la pintura y podrá recrear el orden en que fueron depositados las unidades pictóricas en la superficie. Finalmente, en este bloque del texto, se presenta la Expresión como el último enfoque conceptual evidente en la pintura de Anna; este se hace presente al observar los diferentes tipos de pinceladas, que son evidentes al acercar la mirada a una distancia corta de la pieza, que permiten intuir la preocupación por lograr una imagen de una alto refinamiento y deleite por el detalle, donde las pequeñas unidades de color y modulación del golpe de pincel, nos habla de una actitud de su ser pintor que busca ser preciso y contenido.
Pues bien, dejando finalizado el tema anterior, ahora hablaremos de las características fundamentales del discurso pictórico que están presentes en la obra de Anna, en este punto retomaremos un poco algunos puntos ya mencionados, ejemplo de ello es hablar de la eminente iconicidad que posee Autorretrato y por ende su posesión signos de tipo icónicos muy reconocibles. Pese a ello, y como hemos dicho en el apartado de planos de funcionamiento, al existir dos realidades de la imagen, una la de los tipos icónicos y otra la de la materialidad del soporte, también hay una evidencia clara de los signos plásticos que conforman los signos icónicos. Con todo esto tenemos que aclarar que: los Signos icónicos presentes en la pieza que conforman el busto de la mujer, el cráneo y los objetos de mobiliario y tela, son los primeros que se percatan al enfrentar la obra, aquí el trabajo de mancha corta, el manejo de color preciso y las composición geométrica de la pieza, quedan relegados totalmente a la representación fotorrealista y a los códigos que evocan significados; sin embargo, algunos de los Signos plásticos son evidentes gracias a la propia materialidad del soporte acrílico, ya que por su superficie lisa y translucida, se pueden ver las huellas de los pinceles, las manos pintura o las acumulaciones de pigmento y dependen de la distancia y el punto de vista del observador para ser desvelados, otros dependerán de la capacidad de abstracción del espectador, por ejemplo frente a los planos rectangulares, las formas cuadradas o los ritmos diagonales. Además de todo lo anterior, Autorretrato con Cráneo es una pieza en la que sus unidades plásticas o signos conforman un código blando, pero que está una cercanía notoria con un código duro, esto es debido a la presencia, ya mencionada, de la relación busto-cráneo, tan fuertemente trabajado en la historia del arte dentro del tema Vanitas, que nos hace suponer que nos enfrentamos a un alusión al significación aparentemente obvio por ser el que estaba subyacente en este tipo de escenas pictóricas: el de la fugacidad de la vida y lo efímero de la belleza juvenil; pero, Anna logra sumar nuevas piezas al juego y así hacer suya la receta y crear en nosotros una nueva imagen, a saber son, la fuerte presencia de lo cotidiano de un espacio de reunión -dado por el mobiliario-, la inexistencia del cráneo “real” en la pieza, sino la representación esquemática de uno en un cojín de mueble coetáneo y la supresión de un fondo pintado, para dar lugar a un fondo contextualizado al lugar de instalación de la pieza. Esto último, también, demuestra la capacidad de la autora de crear una imagen configurada de Ratio difficilis, al ubicarse en la capacidad de transformar una receta dada y darle nuevos elementos, matices y profundidades.
Finalmente, hay que terminar hablando de las características retóricas del discurso que posee Autorretrato con cráneo, que en este caso comenzaremos, a partir de retomar el comentario del párrafo introductorio de este escrito. Al ver el cuadro podemos remitirnos, con el primer golpe de ojo, a una fuerte mención al Vanitas, tema convencional del arte y más a las dos obra de De la Tour antes mencionadas, que, aunque distantes al género de bodegón, cercanos en temática y ante todo a la relación del modelo mujer en actitud de reposo, ensoñación o meditación, y el elemento cráneo en las tres piezas incluyendo la que abordamos en este texto; entonces se puede decir que la Alusión o Cita es la característica que impera en toda la pintura de Anna. Siguiendo el orden de ideas respecto a los valores retóricos de las relaciones entre los elementos de mayor valor simbólico, se puede dar lugar a la Metáfora en Autorretrato, pues rescatando las interpretaciones de esos Vanitas, en cuanto a las dos parejas de metonimias Cráneo-muerte/horror/fugacidad y mujer-vida/juventud/belleza podemos hablar de la fugacidad de la vida o la paradoja de la vanidad en un mundo banal o cual quiere otra interpretación metafórica a la que se quiera llegar; ahora hay que tener en cuenta que para que tanto la Cita como la Metáfora existan en la pieza, también debe estar, y está, la Personificación o Prosopopeya en esta pintura, que se ubica en el autorretrato de la autora, que toma el lugar de la segunda pareja metonímica citada anteriormente, A continuación, al seguir escudriñando la pieza y al detenernos en la negación de un fondo pintado y dejado a merced de los valores del material del soporte, y por ende del espacio instalativo de la pieza, encontramos un gran valor elíptico en Autorretrato pues obliga a que sea el espectador el que deba indagar sobre el resto de la imagen; es un silencio que además tiene, como se ha insistido, unas potencias instalativas que hablaran de distintas configuraciones de la realidad de la obra. Además, de todo lo anterior podemos citar la Acumulación que está ligada a la ausencia de materia en el fondo y la decisión de que todos los elementos pintados del cuadro estén hacia la base del formato del mismo, o la Alteración plástica, ligada a la misma dicotomía de lo pintado-no pintado.
Para terminar este escrito cabe señalar algunos comentarios. Primero, se debe remarcar que, en el último ítem analizado, se puede estar dejando sin mencionar otras características retóricas, que, por la complejidad de la imagen producida por la autora, necesitan un análisis más exhaustivo al que se le puede dar aquí. Y finalmente, resaltar e insistir en las potencialidades que tienen las unidades pictóricas trabajadas por Anna, incluyendo lo no-pintado, y como construyen una complejidad a nivel semiótico-pictórico que enriquece mucho la contemplación de su obra.