viernes, 3 de enero de 2020

Jauría de perros devorando a un ciervo" (gran mortandad)

Sobre la Obra de Héctor Andrés Valencia Huesca
Por Anna Guadalupe López Anaya




























Héctor Andrés Valencia Huesca
"Jauría de perros devorando a un ciervo (gran mortandad)”

Técnica: xilografía y acrílico sobre papel.



Ciudad de México, Noviembre/2019.

            La obra de Héctor Valencia siempre ha tenido para mí un valor extra como “crítica social”. Dentro de su innegable caos, todo el tiempo nos encontramos con significantes del contexto social, que hacen una suma perfecta como referentes a escenas citadinas.
Debe ser gran observador y empático del entorno para poder referirse a éste haciendo uso de tal cantidad de signos. Su obra me hace acercarme, me obliga a tratar de entender qué pasa en ese nudo de colores y texturas.

Su obra “Jauría de perros devorando a un ciervo (gran mortandad)” la inicia en el año 2016 con un grabado en técnica de xilografía. Esto se puede ver en la parte central de la obra que corresponde a las figuras en color negro del ciervo, los perros y su fondo amarillo. Lo demás que conforma el total de la obra lo hace recientemente (Noviembre/2019) en técnica de pintura acrílica.

Héctor usa como referente de su pieza la obra de Paul De Vos, realizada entre 1637 y 1640 titulada “Ciervo acosado por una jauría de perros”, óleo sobre tela de 212 x 347 cm, que forma parte de la colección del Museo del Prado. 


Paul De Vos, “Ciervo acosado por una jauría de perros”, óleo sobre tela. 1637-1640

Las obras de Paul de Vos son ricas en dramatismo, “…pues elige para sus cacerías escenas de gran violencia, en las que la lucha de animales se representa de forma sangrienta y feroz. Son escenas de gran patetismo, cuyo componente dramático se proyecta también a las ilustraciones de fábulas donde los animales son los protagonistas”.[1]
En el uso semántico de la obra, la textura es evidente, y esto se debe a la cantidad de elementos que Héctor coloca. Se pudiera decir que referencia una historia distinta con cada elemento y es trabajo del espectador armar esa historia, hablamos de su proceso; el autor interpone elementos unos sobre otros, incitando a la lectura de la historia con un final siempre abierto, que en comparación con obras anteriores a las que he tenido acceso, en esta ocasión logró orquestar su caos.
Partiendo del centro hacia afuera, observamos a un grupo de 11 animales, al parecer 10 son perros, el del centro es el ciervo que funciona como objetivo principal en la imagen y lleva por cuernos unas ramas de árbol en función metafórica.. Los perros atacan al ciervo, lo muerden, están de cacería.
Hacia el fondo, en líneas rojas, se encuentran dos esqueletos de danzantes tibetanos,  y al lado derecho inferior una Luperca junto a un nudo de la sabiduría. Existe algo de misterio y religiosidad en las imágenes, como si el autor buscara el misticismo dentro del caos, incluso en los gatos que observamos en los contornos; “son un referente a la cultura popular, están colocados en la pieza como una especie de observadores, es un juego lúdico en donde a los gatos se les coloca en un estatus divino”: nos dice el autor.
A éste punto espiritual se suma la frase al lado inferior de la obra colocada a manera de exvoto: “Calvario de bestias hambrientas donde la bondad y la empatía se ven amputadas, donde el alma y el poder humano se encuentran castrados… Hermanos devorando hermanos”.
Unos puños pintados en realismo entran en la imagen junto a unas flamas fluorescentes como si estuvieran golpeando.
En la sustitución de imágenes por íconos queda revelada una crítica a la cultura, un caos como sociedad, Héctor se apropia y en su carácter de imitación resignifica las imágenes. 

Retomando al proceso de la obra y su final siempre abierto, viene a mi mente el concepto de “Obra abierta” de Umberto Eco y los comentarios en clase del Dr. Julio Chávez al decir “las obras tienen vida propia” y que estas “no son un lenguaje, sino un medio para la comunión”.

Por otro lado, tenemos aquí un signo plástico (el conjunto de todos los elementos: texturas y colores) que está contenido por una gran cantidad de signos icónicos (los perros devorando al ciervo, los puños, los gatos, la luperca, los esqueletos danzantes, etc.). “Conocido es el acervo de San Agustín: el signo como una cosa que, además de la imagen asimilada por los sentidos, hace venir por si misma al pensamiento alguna otra cosa[2]

Existe en la obra también el uso de la Repetición en las líneas y colores, incluso en el uso de la frase “hermanos devorando hermanos” que habíamos visto anteriormente en otra de las obras de Héctor.
Puedo encontrar una Acumulación Icónica–Caótica al observar la imagen y tratar de entender la relación que tienen los gatos de los costados con la analogía de “humanos devorando humanos”, o con la luperca, o con los puños. Incluso podemos apreciar una Acumulación Plástica dada por la cantidad de elementos que, a pesar de encontrarse yuxtapuestos unos con otros, los observamos de forma delimitada.
Podría decir que es una escena sangrienta sin que ésta nos muestre explícitamente la sangre, por lo que tiene como característica la Elipsis icónica y cromática; alrededor de los perros y el ciervo tenemos texturas y manchas de colores, estas no son rojas, sin embargo puedo entender que la sangre se encuentra el alguna parte.
Encontramos Ironía en las figuras de los gatos, Alegoría en la imagen de los perros cazando al ciervo y Antítesis en la intervención de la técnica del acrílico sobre el xilograbado, que aunque se distinguen muy bien una de la otra, se logran fundir por las texturas de las líneas y formas que las unen.

Por último, me atrevo a comparar y hacer mención de que el uso iconográfico de Héctor me hace recordar al menhir; estos objetos que nacen por el hombre y gracias a su acción de andar “aparecen por vez primera en la era neolítica, y constituyen los objetos más sencillos y más densos de significado de toda la Edad de Piedra. Su levantamiento constituye la primera acción humana de transformación física del paisaje: una gran piedra tendida en el suelo y, sin embargo, tan solo una simple piedra sin ninguna connotación simbólica.” [3] a ellos se les atribuyen las funciones de estar ligados al culto de la fertilidad, de señalizar lugares sagrados o de alimentos, así como límites de propiedades; fueron los primeros objetos sobre los que se realizaron figuras simbólicas, y como en el trabajo de Héctor, nos remiten a distintos temas y planos que conforman una sociedad.


BIBLIOGRAFÍA



-        CARERI, Francesco. “Walkscapes. El andar como práctica estética”, Gustavo Gill, España 2017.


FUENTES ELECTRÓNICAS:

-        ACHA, Juan, “Crítica de Arte”, Trillas, México 1992

-        MORRIS, Charles, “Fundamentos de la teoría de los signos”, Paidós, España, 1985.

-        BELL, Julian, “Qué es la pintura”, Glaxia Gutenberg, España, 1987.

-        CARRRE, Alberto, José Saborit, “Retórica de la pintura”, Cátedra, Madrid, 2000.

-        ECO, Umberto, “Obra abierta”, Planeta-De Agostini, España, 1992.

-       Sitio oficial Museo del Prado




[1] (Pérez Preciado, J.J., E.M.N.P, 2006, Tomo VI, pp. 2209-2210) [citada el 3 de diciembre de 2019]: disponible en https://www.museodelprado.es/coleccion/artista/vos-paul-de/adeb58ca-8180-497d-8cd6-e26e322e9f34
[2] Carrere Alberto y José Saborit, “Retórica de la pintura” Cátedra, (2000 [citado el 3 de diciembre de 2019]) p.72: disponible en https://classroom.google.com/w/NDA2NzA4NTM0Mzla/t/all
[3] Francesco/Careri. Walkscapes. El andar como práctica estética (Barcelona, España: Editorial Gustavo Gill, 2017), p.40