martes, 10 de junio de 2008

Análisis de la Obra de Rodrigo Delgado 2008-2

La pintura de Rodrigo Delgado Saltijeral

por Benigno Casas

Su apuesta personal
La pintura de Rodrigo, como la de otros integrantes del taller, pasa por una etapa de construcción y consolidación de sus presupuestos conceptuales, temáticos y plásticos, y para ello se ha valido del uso de referencias visuales de distinta naturaleza como la metamorfosis animal y humana, el erotismo y el conflicto bélico. Técnicamente su propuesta deja entrever ya cierto lenguaje, que se expresa mediante una calidad y habilidad en el dibujo que no se empata cuando se enreda en el uso del color. Al recurrir a éste generalmente nulifica los logros dibujísticos y desacredita lo andado, de tal manera que sus mejores obras llegan a ser aquellas que apenas incluyen o insinúan el color, como puede apreciarse en parte del conjunto de trabajos que aquí se muestran. Aclaro que no es el color lo que afecta la obra de Rodrigo, sino la falta de empatía y sincronía que aún tiene nuestro colega para con el uso afortunado del mismo. Sus temas y discurso visual parecen no importarle mucho, lo que se refleja en la diversidad temática de los trabajos seleccionados para esta reflexión, que van de los temas bélicos al paisaje abstracto, e incluye un extraño collage y una de sus metamorfosis, como las que viene trabajando desde hace poco más de un año. Probablemente a Rodrigo le falte mayor dedicación a su producción pictórica y una reflexión más profunda sobre su hacer, porque es claro que su obra muestra destellos de talento e intuición.



Proceso creativo e intuición
Dentro de su proceso creativo, Rodrigo parte generalmente de formas reconocibles de su realidad cotidiana que de alguna manera le impactan. Su habilidad en el dibujo le facilita resolver de una manera relativamente fácil la estructura del plano pictórico, emparentado en esta primera etapa con cierto realismo figurativo. Pero tan pronto invierte mayor tiempo y concentración en su hacer, esa realidad visual se va transfigurando hasta convertirse en formas preponderantemente estéticas, distanciadas en buena medida de las ideas y resultados iniciales. Dentro de ese proceso Rodrigo recurre a ciertas técnicas de carga y saturación de los materiales de que se vale y que ya domina, en donde la intuición juega un papel relevante para irle dando perfil a cada una de sus obras. Y como ya decíamos, sólo el uso de colores se convierte a veces en obstáculo a su despliegue imaginativo e intuitivo, como puede verse claramente en la pintura aquí incluida que representa una especie de paisaje abstracto, llevado a cierta visualidad bizarra. En otro sentido, su inseguridad para con el uso del color lo lleva a realizar dibujos iluminados de dudosa calidad, como los reunidos en el collage que también aquí se presenta, y que sólo representa una acumulación de trabajos en una unidad que no es orgánica, ni temática ni plástica, sino sólo aditiva. En contrapartida con lo anterior, sus trabajos mejor logrados técnicamente son aquellos que prescinden del croma o apenas lo sugieren, como puede observarse en los tres ejemplos restantes que refieren obras horizontales de temas bélicos, que son ejemplos de un despliegue intuitivo y desprejuiciado para con su hacer, cuya fuerza expresiva es evidente. No obstante, el tema bélico nos llama la atención por la distancia que toma respecto a su propuesta temática originalmente planteada, referida a la metamorfosis entre lo humano y lo animal, combinada con lo erótico. Al margen de cualquier plática con Rodrigo, estos tres cuadros en los que se representan máquinas de guerra nos hacen recordar las palabras de Filippo Marinetti: “Desde hace veintisiete años nos estamos alzando los futuristas en contra de que se considere a la guerra como antiestética... Por ello mismo afirmamos: la guerra es bella porque, gracias a las máscaras de gas, al terrorífico megáfono, a los lanzallamas y a las tanquetas, funda la soberanía del hombre sobre la máquina subyugada. La guerra es bella porque inaugura el sueño de la metalización del cuerpo humano. La guerra es bella, ya que enriquece las praderas florecidas con las orquídeas de fuego de las ametralladoras..., y reúne en una sinfonía los cañonazos, los altos al fuego, los perfumes y olores de la descomposición.”



Debo suponer que la obra de Rodrigo nada tiene que ver con esta apología de la guerra y del exterminio que hacían los futuristas, quienes llegaron al extremo de apoyar al fascismo y combatir en sus filas. Sabemos perfectamente quiénes son los actuales belicistas, que en su particular concepción de la democracia imponen y someten a gobiernos, invaden naciones e imponen severos castigos a sus pueblos, por no compartir sus políticas e ideología. Por la importancia, actualidad y significación misma del tema, Rodrigo debería tener muy claro el contexto de esos trabajos suyos, toda vez que la representación de la guerra y lo bélico generalmente se asocia a la negación de lo humano, y en opinión de la gran mayoría de pensadores el arte tiene como presupuesto fundamental el humanismo. Además, nada tienen que ver las máquinas de guerra con el erotismo transfigurado o metamorfoseado, que era la apuesta temática inicial de Rodrigo.



Su estilo y conformación
Las referencias estilísticas de Rodrigo son inconfundibles y pueden ser ubicadas dentro de un realismo de tipo expresionista en proceso de maduración. Sus formas, originalmente imitativas, evolucionan hasta cierto de grado de abstracción, llegando a perder cualquier referencia visual cotidiana. Los componentes de su estilo abarcan la temática (metamorfosis animal y humana, belicismo); los materiales utilizados (pigmentos, resinas, acrílicos, selladores y soportes mayormente de madera), y su forma particular de construir el plano pictórico con base en una paleta depurada, con clara preponderancia del dibujo y ciertas texturas y cargas. Estos últimos elementos constituyen a su vez las constantes estilísticas de su obra, que originalmente despliega de una manera consciente, a la manera de soporte constructivo, para después dejarse llevar por sus intuiciones, naturalmente inconscientes. La reiteración sólo se refleja en sus recursos materiales y a veces en los temáticos, mediante los cuales proyecta sin embargo cierta maduración, que trasciende la simple representación imitativa.



Carácter de su praxis
Como nos señala Adolfo Sánchez Vázquez, la praxis de un artista visual puede ser creativa, reiterativa, reflexiva, espontánea o burocrática. Lo reiterativo se refiere a lo que se repite sobre la fórmula o el estilo ya probado o logrado; lo reflexivo se limita al terreno de las ideas o la especulación; lo espontáneo designa aquella práctica descontextualizada de una idea generadora y de su proceso transformador de la materia, en tanto lo burocrático reitera y repite de manera inconsciente y acrítica las fórmulas probadas y aceptadas. Sobre la praxis creadora nos dice este autor que parte de la idea originada en la conciencia, pero que al plasmarse en la materia adquiere un resultado alejado de lo ideado. Este principio identifica de alguna manera la práctica preponderante de Rodrigo, mientras no llegue a incurrir en cierta reiteración temática y de lenguaje. Coincido que en la praxis creativa nada tiene que ver la imitación, dado que su proceso y resultados son imprevisibles, al tomar distancia de las prácticas reiterativas y burocráticas. La unicidad y lo irrepetible del producto, que es otra característica de la praxis creativa, queda confirmada en la experiencia práctica de Rodrigo, pues en sus obras generalmente no se repite y sin embargo mantienen la unidad de estilo que las caracteriza.

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