lunes, 8 de junio de 2015

CONTINUO

Sobre la obra de Eduardo Delgado
por Moisés Jácome.



Existen diversas teorías alrededor del hombre que cuestionan la apreciación que tenemos del tiempo, algunos se inclinan hacia la linealidad y otros a una naturaleza cíclica, y dentro de estás una serie de variaciones, el arte a sido cuestionado dentro de estos mismos paradigmas, desde su inspiración, creación, ejecución y ahora tal vez mas que nunca desde su proceso.
Es en este tiempo donde la herencia, tradición o el mismo mecanismo de aprender a observar, a mantenido al dibujo no solo como un primer momento de creación, si no, como un área que se a ganado su independía dentro del arte contemporáneo desde múltiples facetas o interpretaciones del mismo.
Parecería osado tratar de vislumbrar en este breve ensayo la presencia grafica del dibujo dentro de la pintura, así como su nacimiento dentro de las artes del cuerpo (como podría ser el tatuaje), pero si entender el dibujo desde sus elementos gráficos como lo son la línea y la suma de las mismas como un continuo dentro del proceso creativo, regresando a la apreciación del tiempo como un eterno retorno, el conocimiento que otorga el dibujo como una presencia oculta, o una vez mas como un continuo entre aquello que esta y no, un ir y venir en las formas
que son limitadas por el espacio por medio de la línea o la mancha.
La manera en que el dibujo se adentra al pensamiento creativo es tan estable o inestable como la personalidad misma, dentro de este continuo se puede apreciar en la pieza presente, desde los planos semióticos un claro apoyo sintáctico, así lo que parece caótico, (compositivamente hablando), da una relación entre las figuras que se crean por la suma de elementos con los matices que otorga el soporte.
Siendo el soporte por si mismo de naturaleza orgánica, esta teñido de una serie de colores que parten de los tierras hasta encontrarse con tonos que se vislumbran altos y bajos, mostrando ocres, rojos, verdes y violetas que atienden directamente a la estructura lineal que se da de manera lúdica en concordancia con el espacio.
Así mismo, dentro de estos recorridos lineales que se dan de manera cualitativa, la construcción de la formas están sujetas únicamente al alcance del soporte, es un recorrido con fronteras otorgadas por los alcances del lienzo que en este caso es la piel misma.
Si bien el recorrido lineal construye una serie de formas, estas se expresan cuidadosamente, es como si el lienzo se convirtiera en la ciudad misma y las líneas fueran muestra del paso a paso de cada día y las disyuntivas de los caminos dentro de un mismo lugar, la entrada y salida de estos caminos, así como sus encrucijadas terminan por formular, expandir y contraer figuras que van desde lo lúdico, hasta estructuras geométricas.
Si en un primer momento se encuentra lo sintáctico este conlleva una serie de relaciones que lo llevan al semántico, hay un devenir constante entre la alusión o el recordatorio que nos indican rostros, por momentos partes del cuerpo o incluso símbolos como letras, sumando la serie de interpretaciones que se puedan dar dentro de una interpretación subjetiva del espectador.
En la pieza se vierten formas abstractas que por momentos señalan realidades del entorno común, se vuelve un abismo en el cual un péndulo esta en un continuo expresivo entre la realidad y la abstracción.
Es un hecho inherente que la libertad en el proceso de construcción se evidencia por medio de la expresión de la línea, está no esta sujeta a ningún canon o planteamiento, mas que aquel que se da por la intuición compositiva del artista, la relaciones entre la acción y la forma se dan en medio de un equilibrio de tensiones, direcciones y pesos.
Si bien dentro de la pieza existe un centro que funciona como un punto de fuga lineal, este corresponde mas a un fluir que se da en un dinamismo lúdico que se construye a partir de la sensación y la experiencia, que por momentos se detiene en una serie de representaciones sistemáticas que se dan en cuanto a elementos como palabras, o partes del cuerpo que funcionan mas como signo que como una representación pictórica por medio de una deconstrucción que sugiere una serie de perdidas ya sea desde su estructura hasta una diversidad de personalidad concreta, incluso dentro de lo que a humanidad se refiere.
De este modo se hace mas concreta la función semántica entre la expresión y el contenido u viceversa siendo estas formas, que a la vez son signos, un nexo entre el contenido y su expresión, signos pictóricos que se traducen por medio de la expresión de las líneas y la bipolaridad entre sus formas, por medio de la calidad expresiva que sustenta el soporte hecho piel, no solo por su naturaleza física, mas por la piel en semejanza al pergamino, por la piel en contenido como soporte del tatuaje.
Dentro de esta bipolaridad entre sus formas es donde la expresión entra en codependencia directa con el contenido lleno de imprecisión entre la figuración y la abstracción, mostrando la experiencia visible codificada en busca de un lenguaje personal volviéndolo icono-plástico.
Al ser el medio de expresión una serie de relaciones que se dan desde el soporte hasta la construcción caótica compositiva por medio de líneas que se construyen hacia el grafismo, hacia la intervención del soporte en analogía con el cuerpo, y la bipolaridad de la formas, los códigos se vuelven abiertos e inestables.
Hay una serie de elementos que comprometen a una lectura cada vez mas subjetiva del espectador, mas allá de la técnica en relación al soporte, hay una distorsión desde el mismo, saliendo de los cánones a los cuales estamos acostumbrados dentro del arte tradicional, su relación orgánica, así como su montaje, aunado a las formas caóticas que dejan entrever figuración o alusión con elementos corporales sitúa a la pieza en un código blando plagada de contradicciones entre signos plásticos que atienden mas a la naturaleza grafica de las formas, la antonomasia de la forma en relación a la construcción espacial y signos icónicos que por momentos aluden al hombre y sus miembros corporales.
El ir y venir de las líneas se da de manera cualitativa, en semejanza una con la otra, los valores y calidades se respiran a un mismo ritmo, ritmo que termina por atraparte en medio del caos de la repetición, de la suma de encuentros, la repetición- variación se vuelve el tropos que profesa la unidad constitutiva de totalidad, o hablando situándolo de manera mas formal, una repetición continuada ilimitada que se traduce en ese continuo arterial de la pieza, en los movimientos que profesan de manera metafórica la sangre que recorre la piel.
Siendo la línea el elemento grafico que rige la pieza, es la acumulación de la misma la que sitúa momentos de clímax en su composición para liberar dentro de sus fronteras un aire de orden espacial, así mismo la adición expresiva que configura las formas se libera desde el centro, tal cual un explosión rompe con un espacio y se des-configura de acuerdo a los alcances de su poder.
De este modo, el planteamiento en el acto de abordar la pieza me regresa a ese continuo, no solo desde las características formales, desde los recorridos que se dieron en la construcción de la pieza, desde la elipsis y la enunciación, aunque la pieza se presenta con un peso espacial predominante, el continuo nace desde sus recorridos visuales que otorgo un mirada aérea, no frontal, incluso dentro de las formas referenciales que se evocan en la pieza, es contundente ese devenir alrededor de la misma que termina en una alteración de orden o permutación no solo desde la estructura espacial de las formas, si no, desde su adición o supresión en tanto figura icónica.

Así el carácter gestual en el recorrido lineal entra en un juego continuo entre la expresión, la figuración y la transformación icónica de sus elementos, la pieza otorga cuestionamientos a la convención desde diferentes puntos, ya sean gráficos hablando específicamente del dibujo, pictóricos en tanto técnica, alteración de la superficie u alteración de los limites del cuadro, así como del tatuaje mismo y su función social-popular, pero tal vez mas importante dentro de su jerarquización cultural.
De este modo, podría concluir que el continuo no se da únicamente entre el dibujo y el oficio artístico dentro de las diferentes corrientes estéticas, si no como aquel, llámese chispa, duende o genio, continuo creativo inherente al hombre.