viernes, 16 de diciembre de 2016

Análisis de la pintura “Construcción en base a paisaje” de Marisa Parga

Por Gabriel Martín Carrillo de Icaza


  El trabajo pictórico de Marisa Parga parte de un conjunto de intereses plásticos que se intersectan en un punto común, situado en la tradición del género del retrato, desde donde plantea imágenes deliberadamente ambiguas con marcadas cargas emotivas.

  El presente análisis parte de la pieza titulada “construcción en base a oleaje”, que conjuga todos los aspectos representativos presentes en su cuerpo de obra, y deja ver algunas particularidades que no habían sido mostradas en trabajos anteriores, haciendo de su lectura un ejercicio mas amplio y abierto.

   Comenzando con los planos semióticos, a nivel semántico la obra claramente nos deja ver al centro de la pieza un desnudo femenino fragmentado desde el inicio del torso hasta ¾ partes de la cabeza, truncando la figura a la altura del cabello. La figura humana, de postura encorvada y actitud ensimismada, se muestra casi por completo de perfil, dirigiendo su mirada hacia el extremo inferior derecho del cuadro.

   Junto al rostro del personaje se proyecta una sutil sombra que no se continúa con el resto del cuerpo, generando una extañeza que se refuerza en el hecho de que apunta en una dirección ligeramente distinta a la del personaje. En la zona inferior del cuadro muestra que parte del cuerpo de la figura se encuentra sumergido en una superficie acuática, que en relación al título alude a lo marítimo.

   En cuanto al aspecto sintáctico, el cuadro conformado en su mayor parte por múltiples pinceladas fragmentadas de color sólido nos plantea una paleta de predominantes tonalidades frías, donde la alusión al color local de la piel en tonos tierras, rosáceos y amarillentos en el cuerpo de la figura es claramente reducida en extensión y se traslapa con los grises y azules del fondo, haciendo que estos se integren e incluso en algunos puntos se fundan generando una ambigüedad espacial característica en su obra.

La pieza se compone por rítmicas manchas semipastosas, de diversas dimensiones, delimitadas por consistentes contornos que conforman la figura central, y por el obscuro plano inferior que a partir de la transparencia la incorpora, filtrando los mencionados colores cálidos del cuerpo con los predominantes azules de la atmósfera.

   El  cuadro no asume un carácter mimético en cuanto a los motivos que representa, pues ninguno de sus aspectos esta basado en la imitación de la realidad, de modo que la relación que podemos establecer entre la representación que encontramos en el cuadro y sus formas reconocibles están dados a partir de la idea de sustitución, es decir que a partir de ciertas convenciones iconográficas podemos reconocer en la disposición de pinceladas y contornos un cuerpo o en la disposición de un plano transparente agua sin que estos tengan que reproducir fielmente sus características como textura, volumen, luminosidad, reflejos, etc.

   Uno de los aspectos que mas se resaltan en la pieza es el de la expresión, donde la imagen muestra un énfasis en el carácter personal de la autora, cobrando protagonismo en el cuadro a partir de una sucesión de decisiones propias del ámbito subjetivo.

   En este sentido, la elección de la paleta, la disposición de las pinceladas, la expresión en el rostro y la postura de la figura, la atmosfera que la rodea, y la carga simbólica que conlleva representar al sujeto principal en un ambiente acuático, dotan a la imagen de una carga emotiva claramente reconocible, asociada a actitudes como la nostalgia, la introspección, la contemplación o la reflexión.

   Haciendo revisión de los aspectos significantes de la pieza, podemos situarla perfectamente dentro de la categoría de los códigos blandos, dada la ambigüedad con que los signos se articulan en la imagen, dando como resultado una amplia posibilidad de interpretaciones y lecturas poco precisas.

  Por otro lado a pesar de la fuerte presencia de formas reconocibles en la pieza, la relación esta establece entre los signos icónicos y los signos plásticos que conforman la imagen, se inclina a enfatizar las características de la  segunda categoría, dando un mayor protagonismo a las cualidades expresivas del color, la mancha, la textura o la pincelada, que a la figura o el contexto en el que se encuentra situada, las cuales tienen un carácter mucho menos enunciativo y arrojan poca información para poder comprenderlas a un nivel narrativo. 

   En lo concerniente a la relación que puedo establecer entre la obra y los diferentes recursos lingüísticos o tropos a partir de los que se activa su sentido discursivo, puedo reconocer claramente los que enlisto a continuación:

- Repetición continuada ilimitada, planteada en el cuadro a partir de la constante incidencia de pinceladas fragmentadas como componente constitutivo de la imagen y como detonante a nivel textural.

- Interpenetración adherente,  a través de la  interrelación establecida entre la figura principal y el fondo, donde se generan ciertas unificaciones de ambos elementos, emparejándolos sin hacerlos perder sus propiedades individuales.

-  Elipsis, referida a partir de la supresión de fragmentos en la representación de la figura que la homologan con partes del fondo, aunada a la cancelación del espacio en que se encuentra la figura, reemplazado por una atmosfera abstracta.

- Sinecdoque, a través del recurso del fragmento, puesto que con solo representar un segmento o parte del personaje principal, se nos hace referencia a la totalidad de la figura y no a un torso separado del resto del cuerpo.

-  Metáfora plástica, utilizando la sustitución a nivel plástico de una paleta de color en representación de una emoción o un estado sicológico adjudicado  al personaje principal.

- Perifrasis, al aludir a determinados estados emocionales, partiendo de asociaciones  de índole plástico o icónico, sin hacer referencia directa al asunto en torno al cual gira la obra.

-  Hipérbole, dada en relación al exceso expresivo, a partir de la reiteración de signos plásticos como la mancha, la textura o el color para enfatizar un carácter subjetivo al que se quiere hacer clara referencia.

   Finalmente podemos inferir que la obra de Marisa se encuentra en un continuo dialogo entre la representación de personajes anónimos de actitudes ensimismadas, suspendidos en situaciones poco elocuentes y espacios nulificados, donde los elementos altamente enunciativos son de orden plástico, pues no es sino a través de la marcada paleta de color y la enfática presencia de la pincelada fragmentada que las figuras pierden neutralidad y consiguen aludir a estados anímicos específicos a través de los cuales se pueden llegar a  establecer relaciones subjetivas de identificación con el espectador.



Fuentes consultadas:
-ACHA, Juan. “Crítica del Arte”, Trillas, México, 1992.
-
BELL, Julian. ¿Qué es la pintura?. Galaxia Gutenberg, España, 2001.
-
CARRERE Alberto, José Sáborit, "Retórica de la Pintura", Cátedra, España. 2000.