viernes, 25 de junio de 2021

Análisis de la Obra "Ausencia" de Axa Montero


Por Marianel González 


Axa Montero
"ausencia"
Oleo/tela
100 x 100 cms.

La mirada transportada por la pintura como vehículo sígnico hace que cobre aún más  relevancia, ya que es una manera de apropiarnos de lo que vemos, lo que percibimos con  los demás sentidos y pensamos. Es otro lenguaje, otra forma de entender el mundo, ya  sea interno, externo o ambos, el propio, el ajeno y de formar un anclaje, un punto de  apoyo o referencia en el mundo. Por eso considero pertinente y de gran ayuda, realizar un  abordaje hacia la pintura desde distintos puntos, para desgranar y analizar estos signos  que tanto nos “dicen” mostrándose ante nosotros1.  

Por lo cual, el presente ensayo es un ejercicio de análisis que engloba las formas de  abordar teóricamente a la pintura vistas durante el semestre. En este caso, se analiza la  pieza de Axa Montero titulada Ausencia, óleo sobre tela sobre panel, con las medidas de  100 x 100 cm. 

Empezando desde los planos semióticos, considero que a primera vista la obra se ubica  principalmente en un plano denotativo sintáctico, ya que en casi la totalidad de la superficie pictórica está trabajada con texturas cargadas de materia. Las transiciones de  color que están trabajadas de forma poco sutil, más bien intensa, contrastan con el único  elemento icónico que resalta, a modo de acento y por su ubicación en el centro de la  pieza, una pequeña construcción. Las direcciones dadas por las líneas de composición nos  dirigen a este elemento central. En donde el entorno aparece con mucho movimiento  dado por el tratamiento de la pincelada y del color, y enmarcan la construcción lineal y  definida.  


A pesar de que no hay un horizonte que nos ubique, sí hay color, algunas formas y líneas que con sus direcciones y tensiones nos marcan una especie de “tierra”. Por lo que  podemos asumir que el designatum es un paisaje. 

La pieza también tiene una lectura dentro de un plano semántico ya que, por un lado el  título Ausencia cambia la manera en el cómo la percibimos y dirige al espectador a otros  planos interpretativos, cae en el cuadro como un velo que nos lo muestra de forma  diferente; y por otro lado bordea los límites entre la denotación y connotación, ya que la  pieza tiene un trabajo de abstracción que podría quedarse solamente entre la textura, el  color y la forma, pero a la vez cuenta con elementos formales, cromáticos y compositivos  suficientes que nos dice que está “representando” un paisaje. Así, vemos que las unidades  sígnicas de la pieza están relacionadas en un fluir de textura y color, que unifica el  lenguaje pictórico y que dirige al espectador a percibir sus cualidades simbólicas veladas.  

En el caso de la obra a analizar, teniendo en consideración que se trata de la “vista” de un  paisaje, desde los enfoques conceptuales hacia la pintura que propone Julian Bell, se  puede encontrar un acercamiento teórico mucho más próximo al lenguaje pictórico de dicho género, en donde hemos observado que ha tenido diversas lecturas a lo largo de la  historia del arte y por ende con diferentes miradas por las cuales ha pasado, desde la  mímesis, pasando por la representación, la expresión, hasta llegar considerar de mayor importancia el proceso y el concepto de la obra, más allá del objeto.  

La pieza Ausencia de Axa Montero considero que se queda justo en medio de dos  enfoques, en la representación y la expresión del paisaje, o sea sus signos pictóricos  figurativos bordeando mucho más en lo abstracto. Los elementos paisajísticos a los que  alude no llegan a ser una clara imitación de la naturaleza, sino que se asemejan a ella  representándola con los signos plásticos que, desde una expresividad de la pincelada, de  la materia y del color, nos muestran la mirada subjetiva de la autora y una construcción propia del paisaje como concepto y como mirada principalmente, dejando ver el gesto  que la conforma. La expresión de la pincelada y del color no se contrapone con la  representación de la vista del paisaje, más bien la potencializan.  

Es por ello que me atrevería a decir que la forma de ver que nos propone Axa, tiene como  eco la que empezaron a explorar los impresionistas, en cuanto al efecto óptico que  produce la fragmentación del color y la indeterminación de la forma por unos contornos  poco definidos; y la perspectiva de Cézanne por el cambio de ángulo de visión del plano  pictórico en las vistas aéreas de sus bodegones, ya que la pieza de la autora no presenta  un horizonte que nos muestre un arriba y una abajo, sino sólo los planos de textura y sus  direcciones. 

Mientras observamos y recorremos la pieza se notan las huellas de su proceso, cosa  inadmisible en tiempos del clasicismo en donde la mano del pintor tenía que fundirse y  desaparecer en pro de la imagen y su simbolismo. En este caso, vemos la mirada y la mano  de la autora enfocadas en el paisaje, pero a la vez con la indiferencia hacia él, trabajando  mucho más una expresión plástica que una pintura mimética.  

Por lo anterior, evidentemente la pieza nos presenta sus códigos blandos a través de la  expresividad e indeterminación de sus signos pictóricos (formas, colores, texturas), pero  con un ratio facilis ya que dentro de su plano de contenido podemos identificar la vista de  un paisaje. La pieza aún nos remite a la realidad que podríamos percibir en un paisaje de  campo, a pesar de que su composición plástica tiende a una ambigüedad en el  tratamiento, debido a que dentro de la visión occidental (en la cual estamos inmersos  culturalmente), la paleta de colores y ciertas formas y ritmos son indicativos de que  estamos ante un entorno rural. 

El único signo pictórico figurativo, la construcción central, a pesar que es evidente el  contraste entre la abstracción e impronta del trabajo pictórico que lo circunda, como elemento central, con un dibujo y tratamiento estructurado y definido, que hace que salte  aún más a la vista y sea protagonista, no lo considero como código duro ya que se integra  dentro de la abstracción de la pieza, y comparte algo de su expresividad e 

indeterminación. Según Umberto Eco, para que un lector pueda acceder a una obra  necesita conocer los códigos con los que está hecha, pero además el autor también tiene  que ser claro en su semiosis. En este caso, la autora nos dejó esos códigos abiertos incluyendo el título que ayuda a complementar la lectura.  

Los códigos y signos pictóricos son como la búsqueda de la comprensión del andamiaje de  la pintura, es por ello que hay una codificación previa. La obra necesita tener un sentido,  tanto para quien la hace como para quien la percibe e interpreta. Esto nos lleva a tener  una experiencia intersubjetiva, ya que si compartimos los códigos culturales que nos  permiten el acceso a la pieza, hay significación y hay comunicación, y el plano material de  cuadro es un “mediador” del contenido, pero siendo él mismo un ser y una presencia.  

Pasando a otro enfoque de lectura, dentro del análisis de la retórica de la pintura, se han  hecho paralelismos entre los recursos retóricos del lenguaje verbal y los utilizados en  pintura llamados tropos2. En la obra Ausencia, se están “trasladando” una serie de  manchas gestuales, con cierta disposición en el espacio, elaboradas sobre un soporte, con  una sustancia llamada óleo, a aludir una vista de un paisaje. La pintura entonces acaba  siendo una metáfora visual, porque ella ocupa el lugar de algo para el intérprete desde lo  que muestra. Gracias a ella, el mundo puede seguirse reinterpretando ya que las  significaciones siempre están moviéndose. 

En el caso particular de esta pieza, el juego que se hace con sus signos pictóricos, que son  muy sintéticos, y su título Ausencia como concepto amplísimo, tan subjetivo, es  fundamental para abrir caminos muy diversos de análisis y de interpretación.  

Dentro del tropo de la repetición, encontramos que la paleta está distribuida y armonizada  por una sucesión de registros de colores y texturas similares por todo el cuadro, y con ritmos de líneas en algunas zonas en específico. Esta repetición hace una especie de  reiteración en donde los colores, las manchas y las formas nos están indicando un camino a seguir en la lectura de la pieza. Repetición continuada e ilimitada, ya que la repetición de  estos elementos no se puede precisar y más bien se lee como un todo.  

También considero que se puede leer dentro del tropo de la elipsis y la enunciación, en  donde la mirada de Axa sería la elipsis, ya que desde la perspectiva en la que nos muestra  el paisaje, tenemos justamente su mirada como espectadora “ausente”, palabra que  justamente hace referencia al título de su pieza. Su ausencia denota su presencia, como  nos lo mostraron Alberto Carrere y José Saborit en su Retórica de la pintura, con el  ejemplo del Lavabo y espejo de Antonio López. 

Tenemos entonces a un sujeto elíptico, que es la mirada de la autora, y entonces nosotros  como espectadores nos podemos hacer de nuevo y mil veces la pregunta ¿cuál es la  ausencia a la que se refiere? ¿para quién o por qué es? Vista desde una perífrasis de  indeterminabilidad, no tenemos definido sobre qué es o de dónde viene la “ausencia”. La pieza denota la presencia de una construcción, pero la distancia en la que está  representada hace que solamente veamos una parte de ella, el techo y unas columnas,  por lo que es una sugerencia a que el espectador saque sus propias conclusiones, desde lo  que se presenta. De igual manera, hasta cierto punto nos está planteando una paradoja ya  que, dentro de los signos pictóricos, la construcción que se asemeja a una choza implica la  presencia de algo o alguien en un entorno donde no hay símiles (otras construcciones),  pero las imágenes que evocan con el título Ausencia indican lo contrario. 

Podría ser que la pieza en su conjunto fuera una metáfora del concepto de la “ausencia”,  está presente en su nombre in absentia (juego muy curioso entre el título y el término  semiótico), quedando totalmente abierta a la libre interpretación, ya que el grado de  abstracción al que llega no nos da indicios claros. Una metonimia de la ausencia, como el  elemento que se encuentra en el centro de la composición, en solitario, como  simbolizándola. Carrere y Saborit citan a Umberto Eco cuando afirma que la metáfora es  una manera de hacer juegos poéticos, y ese juego es muy evidente en la presente pintura.  

La pieza también trabaja con el silencio, ya que en primera instancia sus dimensiones son  moderadas, y a pesar de que la pincelada es vigorosa y tiene carga matérica, la superficie  está trabajada de manera homogénea, sin contrastes intensos. Pero lo más evidente es  que ese entorno en verdes y tierras rodean un elemento mucho más pequeño, alejado de  la vista y hasta cierto punto indeterminado, la construcción, que no nos dice muchos más  datos, nos muestra muy poco de si, apenas un susurro casi inaudible. Nos provoca, junto  con el título de la pieza, meta-imágenes en donde el concepto de la ausencia puede ser  visible en la pieza o imaginado, incluyendo al espectador dentro de ese silencio  metafórico.  

Entonces, la sinestesia entra en operación en relación con el título que vela el cuadro, porque está íntimamente conectada con lo racional (el concepto) pero también con lo  emocional y sensorial, que se activa en el espectador por percibir la obra y relacionarla  con su bagaje interno, de lo que pudiera considerar como ausencia para sí mismo. 

Este breve análisis a la obra de Axa Montero, nos muestra lo indefinido y voluble que  puede ser el lenguaje pictórico.  

A modo de conclusión, encuentro mucho sentido lo que nos mencionan los autores Carrere y Saborit con la siguiente cita: “Los signos plásticos dejan de verse como lo que  son en su realidad para poder ver, figuradamente, aquello que representan…”3 


1 Gottfried Boehm hace una gran apología a la naturaleza comunicativa intrínseca de las imágenes artísticas,  en su libro El retorno de las imágenes.

2 Que quiere decir traslado de un concepto a otro.

3 CARRERE, Alberto, José Saborit. Retórica de la pintura. Cátedra, España, 2000. P. 347

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