Sobre la obra de Andrea Badillo Sarillana
Por Daniela Adaluz Gómez Navarrete
En el mundo todos conocen la belleza y la buscan,
y ahí tienes ya la fealdad,
todos conocen la bondad,
y ahí tienes ya la no-bondad.
Ser y No-ser se engendran mutuamente,
lo difícil y lo fácil se producen mutuamente,
lo largo y lo corto se forman mutuamente,
lo alto y lo bajo se colman mutuamente,
el sonido y el sentido se armonizan mutuamente,
delante y atrás se siguen mutuamente,
y por eso el sabio se acomoda en el no-actuar. (…)
Lao Tse.
40x30cm
óleo sobre tela y luz led
Vacíos llenos… vacíos llenos… vacíos llenos…
Palabras antónimas que, al unirse desencadenan una tensión semántica. Su aparente contradicción u oxímoron no solo confronta lo lleno con lo vacío, sino que invita a reflexionar sobre lo que habita entre ambos extremos. Esta dicotomía genera una aporía, un punto en el que los significantes se suspenden en una paradoja: ¿es posible estar lleno de vacío?, ¿Puede lo vacío contener algo? Las pinturas de la serie "Vacíos llenos" abordan estas preguntas al combinar elementos plásticos y semánticos que se interrelacionan y desafían las nociones tradicionales de estos dos conceptos dicotómicos.
La repetición del título de esta serie de pinturas no es casualidad; su secuencia (I, II, III, IV, V, VI) parece reforzar la idea de una narrativa visual progresiva. Cada pintura, se conecta con las demás, como si explorara los significados que trascienden el signo duro en común de las pinturas, la botella. Este contenedor cotidiano, trasciende su funcionalidad habitual y se convierte en un signo icónico de recipiente, que, junto con los elementos plásticos de la obra, expresa la oscilación entre la ausencia y la plenitud.
En el plano sintáctico de la obra, los materiales seleccionados para la creación de “Vacíos llenos V” no solo son fundamentales para su construcción física, sino también para articular los significados que emergen de la obra. El fondo, trabajado con pintura acrílica, genera una sensación de opacidad que permite que otros elementos resalten sobre él, enfatizando la profundidad espacial y permitiendo a la artista jugar con los planos, logrando dirigir la mirada hacia los detalles que se encuentran enfrente.
El texto, pintado también con acrílico, se presenta casi ilegible, emergiendo de diferentes planos dependiendo de la luz y la perspectiva del espectador. Este carácter elíptico del texto se complementa con las gotas que escurren por el lienzo y con la representación de la botella, ambas logradas con óleo,
destacando los elementos figurativos y otorgándoles dinamismo.
Un elemento crucial en la obra es la iluminación, una luz LED colocada estratégicamente detrás del cuadro. Esta fuente de luz contrasta las capas de pintura, revelando el texto desgastado e intencionalmente fragmentado que forma parte de la composición, y colocando el título de la obra en primer plano. Más allá de su función estética, la luz actúa como un símbolo metafísico, sugiriendo que lo vacío no es una carencia absoluta, sino un espacio de posibilidad.
Desde la perspectiva filosófica oriental, el vacío no se percibe como una ausencia, sino como una energía latente, un espacio donde lo no manifiesto cobra forma y valor por si mismo. De manera similar, en esta obra, la luz no solo ilumina las huellas del texto, sino que parece animar su vacío, convirtiendo lo que antes era transparencia en una presencia perceptible. En este juego entre lo visible y lo oculto, la luz LED actúa como un puente entre lo lleno y lo vacío.
En “Vacíos llenos V”, el color azul, en sus distintas tonalidades, impregna cada elemento de la composición, el fondo, la botella e incluso las palabras semiocultas que atraviesan el lienzo. Este código blando, claro en el fondo y profundo en los chorros verticales, introduce un flujo visual de carácter semántico que nos recuerda a la lluvia o lágrimas. Estos elementos no solo evocan fluidez y melancolía, sino que también funcionan como metáforas del movimiento emocional y de la transformación que subyace en la narrativa de la serie. El escurrimiento conecta todos los componentes plásticos, creando un ritmo que sostiene la paradoja de lo lleno y lo vacío.
En este contexto, la botella, como signo icónico, trasciende su función cotidiana para convertirse en un contenedor metafórico que refleja el espacio interior de una persona. Su posición central dentro de la
composición, destacándose como el elemento principal de la obra, evoca un universo personal profundamente ligado a las emociones y vivencias de la artista. La representación casi fantasmagórica de la botella, por sus transparencias, trasciende su materialidad física para convertirse en un
vehículo de estados internos, donde lo vacío y lo lleno coexisten en su interior como un vaivén de emociones. La presencia casi etérea evoca ausencia y pérdida, mientras que los elementos plásticos, como el azul, y su movimiento en caída, la envuelve en una tormenta incesante.
Los textos que parecen emerger y diluirse en la pintura, simbolizan la
ausencia, la memoria y la transformación del ser. De este modo, la botella
deja de ser un simple objeto cotidiano para convertirse en un signo que
integra lo emocional y lo plástico.
El texto semioculto que abarca el lienzo parece luchar entre el fondo y el primer plano, creando una elipsis de significado donde el espectador intenta reconocer y rellenar los vacíos del texto plasmado, como si fueran ecos de pensamientos fragmentados o memorias que se desvanecen. Entre estos fragmentos destaca la repetición de la pregunta “¿Por qué?”, esta introduce un sentido de urgencia y cuestionamiento. La pregunta actúa como un puente entre lo visible y lo emocional, sugiriendo un intento desesperado de dar sentido al dolor o al vacío. Junto con el flujo del escurrimiento, que parece representar un derrame emocional, el texto refuerza la idea de una catarsis: un proceso efímero de liberación que
precede la resolución y la transformación.
La obra se construye como una interacción dinámica entre texto y pintura, donde ambos elementos dialogan para generar significado. Este juego entre el texto e imagen, iconotexto, abre “un campo más amplio de reflexión sobre la estética, la semiótica y el concepto de representación como un tejido heterogéneo de visiones”1 amplifica la carga emocional de la obra, presentando la catarsis emocional que sucede antes de llegar a una resolución y a la liberación o vaciamiento de las emociones.
Al contemplar la pintura identificamos un enfoque de proceso, donde el escurrimiento como signo pictórico nos remite a una caída de agua. El texto no solo está presente como un código visual, sino que se integra al plano plástico, desdibujándose y fundiéndose con las tonalidades de azul que atraviesan el lienzo. Esta fusión no es meramente estética: el escurrimiento de la pintura parece representar el desbordamiento emocional que diluye los pensamientos y los transforma en un flujo incesante. De esta manera, el proceso mismo de creación, el acto de dejar que la pintura escurra y que el texto pierda nitidez, se convierte en un elemento significativo que enfatiza la idea de lo efímero y la transformación emocional.
Estas obras nos invitan a reflexionar sobre el vacio que significa en nuestra cultura y que significado le damos a ese espacio. En la cultura oriental en contraposicion de la occidental, el vacío no se percibe como una ausencia, sino como una potencialidad, una fuerza esencial de la vida. Este concepto encuentra resonancia en la obra de John Cage, particularmente en 4'33", donde el silencio se convierte en un espacio lleno de significados. Cage deja que el "vacío" del sonido sea llenado por los ruidos ambientales y las reacciones del público, mostrando que el silencio absoluto no existe, y que lo que percibimos como vacío está cargado de posibilidades y matices.
De manera similar, en la serie Vacíos llenos, el vacío no se presenta como una ausencia emocional pura, sino como un espacio perceptivo y simbólico que invita a reflexionar. Las pinturas permiten que el espectador proyecte sus propias experiencias y significados, convirtiendo el vacío en una superficie de resonancia emocional. Este vacío se hace visible en los vestigios de las palabras desvanecidas o en las emociones implícitas que evoca la botella, que no solo es un objeto, sino un contenedor de memorias,
pérdida y transformación. Al igual que en la obra de Cage, lo que parece estar ausente está, en realidad, profundamente presente: es el eco de lo que fue y la posibilidad de lo que puede ser.
1 Mitchell W. J. T., La ciencia de la imagen: iconología, cultura visual y estética de los
medios, (Madrid: Akal, 2019), 48.
Bibliografia
1. Bataille Georges, Lascaux o el nacimiento del arte, Alción Editora, Argentina, 2003.
2. Lao Tse, Los libros del Tao: Tao Te Ching, Trotta pliegos de Oriente, Madrid, 2018.
3. W. J. T. Mitchell, La ciencia de la imagen: iconología, cultura visual y estética de los
medios, Akal, Madrid, 2019.
Complemento.
Análisis de la serie "Vacíos llenos"
Analizar "Vacíos llenos V" sin considerar su contexto dentro de la serie sería limitar su interpretación. Como su numeración sugiere, esta pintura forma parte de un proceso narrativo en el que cada obra explora diferentes estados emocionales y conceptuales. Al observarlas en conjunto, la botella de mezcal "Ojo de Tigre" actúa como un signo recurrente que conecta todas las piezas, indicando que el momento o la persona evocada permanece constante, mientras que su evolución —y la de los elementos que la rodean— revela un viaje emocional complejo.
En "Vacíos llenos I", la botella se llena de flores frescas y agua, utilizándola como un florero. Aquí, el predominio del amarillo y otros tonos cálidos evoca un sentimiento de plenitud y disfrute del presente. La botella se presenta como un símbolo de vitalidad, conteniendo un momento pleno de vida que
parece destinado a permanecer.
En "Vacíos llenos II", la botella yace en posición horizontal, las flores dentro de ella se han marchitado y el texto de su etiqueta parece derretido.
Aunque aún contiene agua, esta comienza a vaciarse, señalando el fin de una experiencia. Este cambio genera una atmósfera de melancolía, donde la imagen sugiere expectativas no cumplidas, marcando el inicio de un duelo emocional. La botella, aunque sigue siendo recipiente, parece representar la pérdida de lo que alguna vez fue.
La transición hacia "Vacíos llenos III" nos presenta una botella nuevamente erguida, pero con su contenido transformado: las flores han dado paso al musgo. Este cambio simboliza emociones reprimidas que, al no ser liberadas, se han descompuesto en su interior. A pesar de este deterioro, el fondo de la pintura muestra una aparente calma, con tonos cálidos que contrastan con el verde del musgo. Este contraste visual nos habla del proceso de negación, donde lo externo aparenta orden mientras lo interno revela descomposición y cambio.
"Vacíos llenos IV" muestra un momento de fragilidad, donde la botella rota ya no puede contener nada salvo su propia esencia fragmentada. Los tonos azulados y verdosos crean una atmósfera monocromática de confusión y enojo, propias del duelo. Aquí surge la pregunta: ¿podemos considerar que una botella rota está realmente vacía? La ruptura no solo es física, sino también emocional, marcando un punto crucial en el proceso de pérdida.
En "Vacíos llenos V", previamente analizada en detalle, la botella reaparece como un recuerdo, una representación casi espectral de su existencia pasada. El escurrimiento pictórico y la iluminación que atraviesa el texto sugieren una etapa de catarsis: un intento de aceptar el dolor mientras se intuye una luz de esperanza. La botella, aunque aparentemente vacía, alberga el peso de la memoria y del proceso de dejar ir.
Finalmente, en "Vacíos llenos VI", la pintura se presenta aparentemente vacía en comparación con las anteriores. El lienzo blanco domina la composición, simbolizando la aceptación y la revalorización de lo vivido. Sin embargo, las letras huecas, iluminadas desde atrás, revelan la inscripción "vicios". Este detalle introduce una reflexión sobre los hábitos emocionales que nos atan al pasado. ¿Acaso la obra nos habla de los vicios de aferrarnos al dolor, de permanecer en emociones que ya no nos sirven? La pintura sugiere un recorrido hacia la claridad, donde la aceptación final se convierte en un espacio de renovación.
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