miércoles, 9 de enero de 2013

Análisis de la obra de Aarón Elnecave “PsCc#754”

por Cristina López Casas 





El enfoque es sobre las relaciones humanas. Cubo con esferas en los vértices que enmarca el punto central de la obra: personas conversando en un andén. 
Afuera del cubo una nebulosa de manchas, repetición de ojos saltones, miradas expresivas, quizás enfermas. Huellas de una escritura desconocida, foránea. Grietas azules como ríos o garabatos. Salpicaduras, deterioros y hasta una rajadura en la tela son huellas interpenetradas que se fusionan hasta desaparecer. 
Colores sucios, verdosos, blanquiscos, translúcidos, deslavados alrededor, en contraste con el foco de las tres personas que tiene colores limpios y bien localizados dentro del cubo central. 
El enfoque está en las relaciones, en el encuentro, la compañía, la convivencia en espera del transporte. El cubo encierra, enmarca, provee un espacio codificado donde la comunicación es posible. Todo lo demás que está en la periferia no se entiende y está sucio, gastado, maltratado con polvo o cenizas. 
El cubo con las esferas es un artefacto de selección. Un instrumento de clarificación, enfoque, registro de momento. Tal vez proyecta, en vez de captar, un recuerdo y en ese sentido este elemento es una metáfora de la pintura. Pintura metafísica que rescata la memoria. 
De todos los elementos en el cuadro el cubo es el más abierto a interpretaciones incluso contradictorias. Es un umbral entre dos mundos que podemos diferenciar sin necesidad de su presencia. Entonces, ¿qué aporta el cubo a estos dos mundos? ¿Es el cubo una metáfora de la geometría en la pintura que a su vez es vestigio de un código ya gris de polvo? ¿O es la geometría con su manera de representar las tres dimensiones en un plano la ventana a la dimensión de lo verdaderamente importante? 
Lo que está fuera del cubo es metáfora de lo incomprensible, lo que no entendemos aunque pueda ser tan estructurado como un lenguaje, o tan lleno de 2 códigos conocidos como las expresiones del rostro. La estructura del cubo es cálida, el caos es verde malsano, sucio y enfermo. Se acentúa esta sensación por los rostros de ojos rojos de personas que no dan ganas de conocer. 
Todos los elementos y superficies pueden ser simbólicos en este cuadro. Las esferas en los vértices del cubo podrían contener mensajes codificados, ser unas especies de bolas de cristal para encontrar objetos perdidos, ver el futuro de las relaciones y lo que es valioso. La conexión de esferas en vértices también está asociada con las fórmulas químicas, que remite a las estructuras atómicas de los elementos. Así, las relaciones humanas, los seres humanos y su manera de comunicarse podría estar siendo mirada desde su aspecto puramente material, es decir, el cubo que enfoca los tres personajes en realidad está enfocando la maravilla inexplicable que es la mente humana, que a partir de la materialidad de sus componentes químicos crea relaciones entre personas que no están en ningún lado más que en una noósfera de claridad en medio de lo que de otro modo es un palimpsesto indescifrable. 
El elemento más reconocible del centro realista del cuadro es la franja horizontal que recuerda la línea dos del metro del DF. El transporte alude al movimiento, el movimiento a los cambios: el fluir azul de las aguas de Heráclito en un devenir urbano. Este fluir de cambios también ocurre en las capas de pintura que rodean el momento principal, todo cambia desde abajo hacia arriba, pero esta acumulación de signos sin embargo no tiene consecuencias felices ni estéticas. 
El protagonismo de los personajes por medio de su tratamiento del color definido y realista en medio y en contraste con un caos abstracto por un proceso que adivinamos de acumulación y anulación sistemática de referencialidad sugiere que en términos de signos plásticos se está dando más valor a la figuración, a la referencialidad en la Pintura. Los signos entonces, si aceptamos la división semiótica, están presentes en sus dos “usos”: como ícono en el grupo central, y al servicio de pura plasticidad en la superficie verdosa.