Apuntes para un ejercicio de imaginación
Sobre la obra de Daniela Gómez "Ramificaciones lumínicas"
Por Ezequiel Flores
Tamaño: 28x21x4cm
Al aproximarse a la propuesta Ramificaciones lumínicas de Daniela Gómez, se tiene que hacer, necesariamente, un ejercicio de imaginación para poder acceder a la operación de visualidad que se encuentra en proceso. Los elementos que compone la pieza no funcionan en su campo de acción, pero tal vez esa es su función: la de no cumplir con una función. O puede ser que las materialidades generen resistencia a un idealismo, presentándose como un exceso por medio del cual aparece otro campo de lo sensible, es decir, un campo de fuerzas que se manifiesta como algo irreductible a una idea de esencia, patrón o repetición.
El paso de una representación, de lo que la artista llama una ramificación, hacia un objeto que parece más decorativo, pero cuya proyección en el espacio desplaza esa sensación hacia la relacionalidad. Ya no es el objeto en sí, sino su desplazamiento y emplazamiento en un espaciotiempo. Por tanto, la propuesta consiste en un ejercicio donde, según la artista, un elemento micro se vuelve macro a través del reflejo como producto de la proyección de la luz de una linterna de mano.
Cabe hacer aquí una observación a partir de los afectos con la propuesta: parece que postula las cualidades secundarias de un objeto espejeante, que sólo es posible por el correlacionismo, el cual no sólo implica la relación de sujeto-objeto, sino también del reflejo que duplica las apariencias de un mundo ideal. De esta manera, lo que se pude llamar cualidades primarias del objeto, quedan reducidas a un punto de vista subjetivo. Sin embargo, habría que pensar si las fuerzas terrestres escapan a todo intento de correlacionismo, es decir, si lo que se llama naturaleza se manifiesta y opera como un exceso ante el pensamiento.
Un campo de potencialidades se encuentra desplegado en la operación de desplazar la pintura en tanto que cuadro, y apostar por otros elementos. De esta manera, lo que permite es ver una propuesta que no sólo niega una base o un campo disciplinar, sino que entra en tensión con el espacio y la dependencia a las prótesis tecnológicas. Entonces, la sigunlalizacion de la propuesta se gesta en esa tensión entre no pintura y no escultura, pero que está en relación a la luz y la arquitectura del espacio donde acontece. Tal vez, lo interesante aquí, no consiste en preguntarse si es pintura o escultura, sino en cómo mantener esa tensión, sin caer en la seducción de una solución verdadera, buena o bella.
Otra cuestión es la luz y la oscuridad en función del espacio-tiempo, porque cuando la artista deja de proyectar la luz, la operación del reflejo de una estructura sobre la arquitectura, desparece. Esto implica, que la contingencia y la necesidad chocan. Por tanto, su artisticidad se tensan en esa cuestión, pero ello no implica un extrañamiento, sino más bien esto se da en la cuestión de por qué esas operaciones que compone la propuesta pueden devenir como una pintura o un evento pictórico, sin que ello implique que tenga que ser necesariamente un cuadro. Ahora bien, entre la tensión de un posible objeto decorativo o algo que estaría más en el campo del diseño, lo que produce es una desfamilirización ante lo que puede operar en el campo del arte o en otros campos, es decir, lo que se vuelve difícil de encontrar es en donde radican las operaciones artísticas. Esto puede resultar como una potencia que provoque el desvío hacia otros formas de relacionarse con el arte; no obstante, ello es sólo una posibilidad, lo cual no quiere decir que así suceda. En todo caso se trata de la contingencia como una agencia, es decir, que no hay ninguna necesidad para que ello sea un objetivo.
De modo especulativo, parece ser que la lógica organizativa de la pieza está mecanizada, es decir, depende de la totalidad de sus partes para poder funcionar. Ello implica que no se puede acceder o, si se quiere, comprender la obra por sí misma, sino que se tiene que abordar a través de un idealismo que produce un campo minado de significaciones. En este sentido, en la propuesta puede observarse una posible ubicación de la pieza en algo que esta fuera de ella, es decir, en una estructura de significación a la cual se adapta.
Sin la necesidad de hacer extrapolación o abusar del presentismo, se podría decir que la propuesta tiene algunos elementos desde los cuales se encontraría acercamiento con la idea de la estética relacional planteada por Nicolás Bourriaud en la década de los noventa.1 Por ejemplo, la forma en que desplaza la especificidad del medio, es decir, lo más importante no es, en este caso la pintura, sino el suceso en un lugar especifico. Sin embargo, no parece haber una propuesta que este dirigida a señalar un lugar y tampoco se ven los residuos, lo que acontece es una proyección de luz, y de ahí ya no sucede nada. De ahí que la propuesta parece estar más cercana a un dispositivo que deviene en algo performático al estar inserto en un salón de clases. En este sentido, la espacialidad sólo se trastoca en, por decirlo de alguna manera, lo real, pero no en lo social, o, para ponerlo en otros términos, la ausencia de socialización no da lugar a producir la espacialidad para una estética relacional. Desde esta perspectiva, 2 tampoco el objeto despliega relaciones posibles que, partiendo de la estética relacional, serian las relaciones humanas.
Por consiguiente, la obra presentada no es una pintura, en un sentido convencional, sino una exploración de la medialidad que acontece o se encuentran en relación a un proceso. Esto da lugar a manifestar como la propuesta se desplaza de su condición de ser pintura, para explorar otros medios. Ello implica que no se pude hablar de una especificidad del medio. Así, la propuesta ya no funcionan a través de una especificidad, sino a partir de una práctica experimental que socava la necesidad de la especificidad medial. De ahí que se podría notar una fuerza latente que pude devenir en activar otros procesos que permitan ir más allá del antropocentrismo y desplazar la propuesta de una estética formalista o no.
Tal vez el acercamiento a querer entender la llamada “naturaleza” desde la posición del sujeto cartesiano, es lo que fisura ese idealismo y coloca al sujeto en esa zona de indeterminación que se articula entre la luz y la oscuridad: entre el querer decirlo todo y no poder decirlo todo. Como bien lo pone de manifiesto Stéphane Mallarmé: Una tirada de dados jamás abolirá el azar.3 A modo de conclusión, se considera pertinente en este punto señalar que todo lo que se ha dicho aquí no tiene la intención se imponerse como un doctrina, ni tampoco predicar una verdad incuestionable, sino que se trata de una serie de gestos que apuestan por acuerpar la contingencia infinita.
FUENTES
Bourriaud, Nicolás. Estética relacional. Adriana Hidalgo, 2008.
Mallarmé, Stéphane. Un lance de dados jamás abolirá el azar. Ámbar, 2016.
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