viernes, 3 de enero de 2020

Autorretrato con Cráneo

Sobre la Obra de Anna Guadalupe López Anaya

Por Hernán Alberto Alfonso Jiménez




Cuando vi por primera vez el cuadro de Anna López Anaya titulado Autorretrato con cráneo, no pude evitar, ver las analogías que se presentaban entre esta obra y las innumerables escenas de la historia del arte que se suscriben al tema Vanitas,  muy popular en los bodegones de los países bajos del siglo XVII; pero, ante todo, con las obras Magdalena penitente de la lamparilla La Magdalena penitente del espejo de Georges de la Tour, escenas donde aparece una mujer joven mirando a un costado de manera meditabunda mientras un cráneo la acompaña en sus reflexiones. Ahora bien, dejando reposar el anterior breve comentario, que ha servido a manera de introducción y será importante posteriormente, hay que decir que el presente escrito, tiene como fin encontrar las características semióticas de la obra de López, es decir, cuales planos de funcionamiento operan en la pieza, cuales son sus enfoques conceptuales y cuáles son sus características discursivas y retóricas.
Autorretrato con cráneo es una pieza pictórica de cincuenta y cinco centímetros de alto por setenta y un centímetros de ancho, al óleo sobre lámina transparente de polimetacrilato mejor conocido como acrílico o plexiglás, que posee como soporte características especiales alejadas al soporte normal de tela o madera para esta clase de trabajos, por ejemplo, la baja opacidad, la superficie translucida y muy lisa que necesita ser lijada para poder recibir y soportar el pigmento. En la pieza, como es común en las últimas piezas de Anna, aparece una zona del cuadro con una representación icónica de alta verisimilitud y otra donde se puede ver totalmente el soporte acrílico sin ninguna modificación. La escena de la pieza muestra el busto girado hacia la izquierda en perfil de una mujer joven a la derecha inferior de la obra, que mira hacia un lugar indeterminado fuera de los limites del cuadro; una franja de tonos naranja recorre la parte inferior y sobre esta, casi al centro de la composición, reposa un brazo y una mano descolgadas; por  ultimo en la parte superior izquierda y justo por encima de la anterior franja, hay un cojín de colores tierras con el dibujo a línea, muy delicada, de un cráneo humano, también de perfil y virando hacia la misma dirección del personaje femenino, y que muestra los nombres de los huesos de este en inglés. El resto de la superficie de la obra, como hemos dicho antes, se encuentra sin utilizar, permitiendo ver el material y las cualidades y características de este. Además de este fronte, algo característico de esta pintura de Anna López es la posibilidad de ver el reverso de la capa pictórica, ya que, por la translucidez del soporte, si vemos el anverso, podemos ver la escena girada en espejo y otra configuración de las capas de la pintura; esto último le de otras dimensiones a su obra y posibilidades semióticas.
Ahora, ya sea por su naturaleza figurativa o por los signos reconocibles y con gran peso en cuanto a valor simbólico, Autorretrato es una pintura que se estructura en un plano de funcionamiento eminentemente semántico, pues invita al espectador a situar su atención en el significado posible de la pieza por encima de todo los demás respecto a ella; esto, tal vez, se deba sobre todo por el icono del cráneo de la parte izquierda de la composición y su relación, compositiva y sintáctica con la cabeza de mujer de la parte derecha: encontramos la misma direccionalidad, dimensiones similares y una relación cromática cercana entre la piel y la superficie del cojín-hueso. Pese a ello y como hemos vislumbrado, el plano sintáctico está también fuertemente presente en este cuadro, ya que los valores técnicos y formales de la pieza saltan sobre el que la observa y lo llevan a preguntarse el porqué, por ejemplo, del soporte, la relación geométrica entre los ángulos rectos, las figuras cuadradas o rectangulares y las formas y tonos orgánicos; el espectador posa su atención sobre la reflexión de la luz sobre la lamina de acrílico transparente o la translucidez de la misa, lo que esta deja ver más allá de la pintura, la relación de este plano “vacío” con el plano naranja que lo equilibra mas abajo, La relación simétrica de los tonos carne antes mencionados, o del poderoso plano oscuro, conformado de tonos sienas y azules oscuros, que se encuentra en el extremo inferior derecho de la pieza. Ahora bien, si le seguimos buscando, brincará la presencia del propio objeto, es decir, según sean las posibles condiciones del montaje que en este caso es sobre un caballete de trabajo, es inevitable no tentarse a ver la pieza por su parte reversa o por los lados, y entonces preguntarse sobre la superficie pictórica y sobre la misma pintura, el ejercicio de está y su proceso que construyó la imagen final; en este último ejercicio podríamos ver vislumbrarse un poco del funcionamiento a nivel pragmático que potencialmente tiene la obra de Anna.
Continuando con el análisis, en Autorretrato con cráneo podemos adentrarnos ahora a ver cuáles son los enfoques conceptuales generales que gobiernan sobre está obra y como están operando en ella. En primer lugar, hay que señalar como está funcionando el concepto de Representación en la obra de Anna, concepto que es el primero que se visualiza al observar la pintura, ya que los valores técnicos y miméticos de la autora, hacen evidente la soltura y la facilidad que ella posee para lograr tipos verosímiles de los referentes de la naturaleza o la realidad común de un espectador; aun así, cabe resaltar, que los límites entre representación e imitación son algo difusos en esta pieza, pues por esa misma facilidad mimética es difícil decir que no haya una necesidad en la búsqueda casi obsesiva de lograr una igualdad absoluta con el modelo de la realidad, pese a ello, las posibilidades semánticas de la obra, permite desviarnos, como espectadores, de revisar la ejecución imitativa y poner más atención a los códigos que se encuentran en la superficie, en este sentido es la representación la clara soberana de la obra, entonces en la pintura de Anna hay dos tipos de Representación: Pictórica, al buscar la fidelidad con el modelo representado, es decir que se reconozca la cosa pintada, y Simbólica, al existir una pulsión de significado de manera muy fuerte.  Ahora bien, en Autorretrato también se encuentra en su superficie, evidentemente el Proceso como valor conceptual, pues como se ha dicho antes y dependiendo de la situación instalativa de la pieza, el observador que ha caído en la tentación de ver la pintura en su reverso, vera la configuración de las capas de la pintura y podrá recrear el orden en que fueron depositados las unidades pictóricas en la superficie. Finalmente, en este bloque del texto, se presenta la Expresión como el último enfoque conceptual evidente en la pintura de Anna; este se hace presente al observar los diferentes tipos de pinceladas, que son evidentes al acercar la mirada a una distancia corta de la pieza, que permiten intuir la preocupación por lograr una imagen de una alto refinamiento y deleite por el detalle, donde las pequeñas unidades de color y modulación del golpe de pincel, nos habla de una actitud de su ser pintor que busca  ser preciso y contenido.
Pues bien, dejando finalizado el tema anterior, ahora hablaremos de las características fundamentales del discurso pictórico que están presentes en la obra de Anna, en este punto retomaremos un poco algunos puntos ya mencionados, ejemplo de ello es hablar de la eminente iconicidad que posee Autorretrato y por ende su posesión signos de tipo icónicos muy reconocibles. Pese a ello, y como hemos dicho en el apartado de planos de funcionamiento, al existir dos realidades de la imagen, una la de los tipos icónicos y otra la de la materialidad del soporte, también hay una evidencia clara de los signos plásticos que conforman los signos icónicos. Con todo esto tenemos que aclarar que: los Signos icónicos presentes en la pieza que conforman el busto de la mujer, el cráneo y los objetos de mobiliario y tela, son los primeros que se percatan al enfrentar la obra, aquí el trabajo de mancha corta, el manejo de color preciso y las composición geométrica de la pieza, quedan relegados totalmente a la representación fotorrealista y a los códigos que evocan significados; sin embargo, algunos de los Signos plásticos son evidentes gracias a la propia materialidad del soporte acrílico, ya que por su superficie lisa y translucida, se pueden ver las huellas de los pinceles, las manos pintura o las acumulaciones de pigmento y dependen de la distancia y el punto de vista del observador para ser desvelados, otros dependerán de la capacidad de abstracción del espectador, por ejemplo frente a los planos rectangulares, las formas cuadradas o los ritmos diagonales. Además de todo lo anterior, Autorretrato con Cráneo es una pieza en la que sus unidades plásticas o signos conforman un código blando, pero que está una cercanía notoria con un código duro, esto es debido a la presencia, ya mencionada, de la relación busto-cráneo, tan fuertemente trabajado en la historia del arte dentro del tema Vanitas, que nos hace suponer que nos enfrentamos a un alusión al significación aparentemente obvio por ser el que estaba subyacente en este tipo de escenas pictóricas: el de la fugacidad de la vida y lo efímero de la belleza juvenil; pero, Anna logra sumar nuevas piezas al juego y así hacer suya la receta y crear en nosotros una nueva imagen, a saber son, la fuerte presencia de lo cotidiano de un espacio de reunión -dado por el mobiliario-, la inexistencia del cráneo “real” en la pieza, sino la representación esquemática de uno en un cojín de mueble coetáneo y la supresión de un fondo pintado, para dar lugar a un fondo contextualizado al lugar de instalación de la pieza. Esto último, también, demuestra la capacidad de la autora de crear una imagen configurada de Ratio difficilis, al ubicarse en la capacidad de transformar una receta dada y darle nuevos elementos, matices y profundidades.
Finalmente, hay que terminar hablando de las características retóricas del discurso que posee Autorretrato con cráneo, que en este caso comenzaremos, a partir de retomar el comentario del párrafo introductorio de este escrito. Al ver el cuadro podemos remitirnos, con el primer golpe de ojo, a una fuerte mención al Vanitas, tema convencional del arte y más a las dos obra de De la Tour antes mencionadas, que, aunque distantes al género de bodegón, cercanos en temática y ante todo a la relación del modelo mujer en actitud de reposo, ensoñación o meditación, y el elemento cráneo en las tres piezas incluyendo la que abordamos en este texto; entonces se puede decir que la Alusión o Cita es la característica que impera en toda la pintura de Anna. Siguiendo el orden de ideas respecto a los valores retóricos de las relaciones entre los elementos de mayor valor simbólico, se puede dar lugar a la Metáfora en Autorretrato, pues rescatando las interpretaciones de esos Vanitas, en cuanto a las dos parejas de metonimias Cráneo-muerte/horror/fugacidad y mujer-vida/juventud/belleza podemos hablar de la fugacidad de la vida o la paradoja de la vanidad en un mundo banal o cual quiere otra interpretación metafórica a la que se quiera llegar; ahora hay que tener en cuenta que para que tanto la Cita como la Metáfora existan en la pieza, también debe estar, y está, la Personificación o Prosopopeya en esta pintura, que se ubica en el autorretrato de la autora, que toma el lugar de la segunda pareja metonímica citada anteriormente,  A continuación, al seguir escudriñando la pieza y al detenernos en la negación de un fondo pintado y dejado a merced de los valores del material del soporte, y por ende del espacio instalativo de la pieza, encontramos un gran valor elíptico en Autorretrato  pues obliga  a que sea el espectador el que deba indagar sobre el resto de la imagen; es un silencio que además tiene, como se ha insistido, unas potencias instalativas que hablaran de distintas configuraciones de la realidad de la obra. Además, de todo lo anterior podemos citar la Acumulación que está ligada a la ausencia de materia en el fondo y la decisión de que todos los elementos pintados del cuadro estén hacia la base del formato del mismo, o la Alteración plástica, ligada a la misma dicotomía de lo pintado-no pintado. 
Para terminar este escrito cabe señalar algunos comentarios. Primero, se debe remarcar que, en el último ítem analizado, se puede estar dejando sin mencionar otras características retóricas, que, por la complejidad de la imagen producida por la autora, necesitan un análisis más exhaustivo al que se le puede dar aquí. Y finalmente, resaltar e insistir en las potencialidades que tienen las unidades pictóricas trabajadas por Anna, incluyendo lo no-pintado, y como construyen una complejidad a nivel semiótico-pictórico que enriquece mucho la contemplación de su obra.






Jauría de perros devorando a un ciervo" (gran mortandad)

Sobre la Obra de Héctor Andrés Valencia Huesca
Por Anna Guadalupe López Anaya




























Héctor Andrés Valencia Huesca
"Jauría de perros devorando a un ciervo (gran mortandad)”

Técnica: xilografía y acrílico sobre papel.



Ciudad de México, Noviembre/2019.

            La obra de Héctor Valencia siempre ha tenido para mí un valor extra como “crítica social”. Dentro de su innegable caos, todo el tiempo nos encontramos con significantes del contexto social, que hacen una suma perfecta como referentes a escenas citadinas.
Debe ser gran observador y empático del entorno para poder referirse a éste haciendo uso de tal cantidad de signos. Su obra me hace acercarme, me obliga a tratar de entender qué pasa en ese nudo de colores y texturas.

Su obra “Jauría de perros devorando a un ciervo (gran mortandad)” la inicia en el año 2016 con un grabado en técnica de xilografía. Esto se puede ver en la parte central de la obra que corresponde a las figuras en color negro del ciervo, los perros y su fondo amarillo. Lo demás que conforma el total de la obra lo hace recientemente (Noviembre/2019) en técnica de pintura acrílica.

Héctor usa como referente de su pieza la obra de Paul De Vos, realizada entre 1637 y 1640 titulada “Ciervo acosado por una jauría de perros”, óleo sobre tela de 212 x 347 cm, que forma parte de la colección del Museo del Prado. 


Paul De Vos, “Ciervo acosado por una jauría de perros”, óleo sobre tela. 1637-1640

Las obras de Paul de Vos son ricas en dramatismo, “…pues elige para sus cacerías escenas de gran violencia, en las que la lucha de animales se representa de forma sangrienta y feroz. Son escenas de gran patetismo, cuyo componente dramático se proyecta también a las ilustraciones de fábulas donde los animales son los protagonistas”.[1]
En el uso semántico de la obra, la textura es evidente, y esto se debe a la cantidad de elementos que Héctor coloca. Se pudiera decir que referencia una historia distinta con cada elemento y es trabajo del espectador armar esa historia, hablamos de su proceso; el autor interpone elementos unos sobre otros, incitando a la lectura de la historia con un final siempre abierto, que en comparación con obras anteriores a las que he tenido acceso, en esta ocasión logró orquestar su caos.
Partiendo del centro hacia afuera, observamos a un grupo de 11 animales, al parecer 10 son perros, el del centro es el ciervo que funciona como objetivo principal en la imagen y lleva por cuernos unas ramas de árbol en función metafórica.. Los perros atacan al ciervo, lo muerden, están de cacería.
Hacia el fondo, en líneas rojas, se encuentran dos esqueletos de danzantes tibetanos,  y al lado derecho inferior una Luperca junto a un nudo de la sabiduría. Existe algo de misterio y religiosidad en las imágenes, como si el autor buscara el misticismo dentro del caos, incluso en los gatos que observamos en los contornos; “son un referente a la cultura popular, están colocados en la pieza como una especie de observadores, es un juego lúdico en donde a los gatos se les coloca en un estatus divino”: nos dice el autor.
A éste punto espiritual se suma la frase al lado inferior de la obra colocada a manera de exvoto: “Calvario de bestias hambrientas donde la bondad y la empatía se ven amputadas, donde el alma y el poder humano se encuentran castrados… Hermanos devorando hermanos”.
Unos puños pintados en realismo entran en la imagen junto a unas flamas fluorescentes como si estuvieran golpeando.
En la sustitución de imágenes por íconos queda revelada una crítica a la cultura, un caos como sociedad, Héctor se apropia y en su carácter de imitación resignifica las imágenes. 

Retomando al proceso de la obra y su final siempre abierto, viene a mi mente el concepto de “Obra abierta” de Umberto Eco y los comentarios en clase del Dr. Julio Chávez al decir “las obras tienen vida propia” y que estas “no son un lenguaje, sino un medio para la comunión”.

Por otro lado, tenemos aquí un signo plástico (el conjunto de todos los elementos: texturas y colores) que está contenido por una gran cantidad de signos icónicos (los perros devorando al ciervo, los puños, los gatos, la luperca, los esqueletos danzantes, etc.). “Conocido es el acervo de San Agustín: el signo como una cosa que, además de la imagen asimilada por los sentidos, hace venir por si misma al pensamiento alguna otra cosa[2]

Existe en la obra también el uso de la Repetición en las líneas y colores, incluso en el uso de la frase “hermanos devorando hermanos” que habíamos visto anteriormente en otra de las obras de Héctor.
Puedo encontrar una Acumulación Icónica–Caótica al observar la imagen y tratar de entender la relación que tienen los gatos de los costados con la analogía de “humanos devorando humanos”, o con la luperca, o con los puños. Incluso podemos apreciar una Acumulación Plástica dada por la cantidad de elementos que, a pesar de encontrarse yuxtapuestos unos con otros, los observamos de forma delimitada.
Podría decir que es una escena sangrienta sin que ésta nos muestre explícitamente la sangre, por lo que tiene como característica la Elipsis icónica y cromática; alrededor de los perros y el ciervo tenemos texturas y manchas de colores, estas no son rojas, sin embargo puedo entender que la sangre se encuentra el alguna parte.
Encontramos Ironía en las figuras de los gatos, Alegoría en la imagen de los perros cazando al ciervo y Antítesis en la intervención de la técnica del acrílico sobre el xilograbado, que aunque se distinguen muy bien una de la otra, se logran fundir por las texturas de las líneas y formas que las unen.

Por último, me atrevo a comparar y hacer mención de que el uso iconográfico de Héctor me hace recordar al menhir; estos objetos que nacen por el hombre y gracias a su acción de andar “aparecen por vez primera en la era neolítica, y constituyen los objetos más sencillos y más densos de significado de toda la Edad de Piedra. Su levantamiento constituye la primera acción humana de transformación física del paisaje: una gran piedra tendida en el suelo y, sin embargo, tan solo una simple piedra sin ninguna connotación simbólica.” [3] a ellos se les atribuyen las funciones de estar ligados al culto de la fertilidad, de señalizar lugares sagrados o de alimentos, así como límites de propiedades; fueron los primeros objetos sobre los que se realizaron figuras simbólicas, y como en el trabajo de Héctor, nos remiten a distintos temas y planos que conforman una sociedad.


BIBLIOGRAFÍA



-        CARERI, Francesco. “Walkscapes. El andar como práctica estética”, Gustavo Gill, España 2017.


FUENTES ELECTRÓNICAS:

-        ACHA, Juan, “Crítica de Arte”, Trillas, México 1992

-        MORRIS, Charles, “Fundamentos de la teoría de los signos”, Paidós, España, 1985.

-        BELL, Julian, “Qué es la pintura”, Glaxia Gutenberg, España, 1987.

-        CARRRE, Alberto, José Saborit, “Retórica de la pintura”, Cátedra, Madrid, 2000.

-        ECO, Umberto, “Obra abierta”, Planeta-De Agostini, España, 1992.

-       Sitio oficial Museo del Prado




[1] (Pérez Preciado, J.J., E.M.N.P, 2006, Tomo VI, pp. 2209-2210) [citada el 3 de diciembre de 2019]: disponible en https://www.museodelprado.es/coleccion/artista/vos-paul-de/adeb58ca-8180-497d-8cd6-e26e322e9f34
[2] Carrere Alberto y José Saborit, “Retórica de la pintura” Cátedra, (2000 [citado el 3 de diciembre de 2019]) p.72: disponible en https://classroom.google.com/w/NDA2NzA4NTM0Mzla/t/all
[3] Francesco/Careri. Walkscapes. El andar como práctica estética (Barcelona, España: Editorial Gustavo Gill, 2017), p.40

Alacenas familiares “Transporte”

Sobre la obra de Hernán Alberto Alfonso Jiménez
Por Hector Andrés Valencia Huesca



Con base en los conocimientos adquiridos de las lecturas vistas a lo largo del semestre en la clase de investigación producción, se ostentará a continuación un análisis de la obra del artista Hernán Alberto Alfonso Jiménez titulada Alacenas familiares “Transporte”, la obra es una pintura al óleo con elementos centrales de índole icónica rodeados de un halo amarillo que acompaña a las figuras centrales en un juego de integración visual que permite contemplar la transición de lo semántico a lo sintáctico y viceversa. A pesar de la inclinación parcial a lo plástico presente en los gestos matéricos que componen las figuras centrales, la obra es predominantemente pictórica dado que las unidades plásticas de los elementos figurativos se encuentran fundidas.
Inmerso en un fondo sintáctico el cuerpo semántico de la obra compuesto por  los motociclistas  suspendidos mediante un halo amarillo sobre un fondo rojo, participa en un juego de contrastes cromáticos de cálidos y neutros, cromatismos equilibrados que no compiten entre sí; rojo y amarillo, colores con un gran peso visual conforman el plano sintáctico de la obra, operando como una propuesta abstracta a la supresión del fondo que juega con la percepción visual del espectador, transgrediendo la concepción costumbrista en cuanto a composición de la pintura figurativa proponiendo una amalgama estilística que integra lo abstracto con lo figurativo, lo plástico y lo pictórico.
Los motociclistas representados con identidad afrodescendiente matizados con grises y sienas, y acompañados de atavíos, y objetos que remiten a los años 50’s o 60’s corresponden en obviedad al plano semántico  dado que estos se encuentran vinculados a una realidad, una connotación latente afianzada a la referencia fotográfica la cual en sí misma es un símbolo de la memoria y espacio temporal; en la representación pondera parcialmente un ejercicio mimético acompañado de una interpretación cromática dado que los colores aplicados a las figuras no existen en la referencia fotográfica original.
Al ser un icono es importante destacar que la figura central de la pintura es un signo caracterizador  puesto que denota lo que caracteriza, en este caso el registro fotográfico.
Por otro lado el funcionamiento de los elementos centrales con el fondo es algo importante de analizar en la pintura dado que hay una relación de cierto equilibrio que hace que la pieza “hibrida” tenga contundencia visual;  los elementos icónicos en la pintura se encuentran relacionados con el fondo mediante dos fronteras cromáticas que permiten una transición pacífica de la figuración a la “nada”, es decir, a la “nada” aparente que yace en el fondo rojo; el “glassone” y el halo amarillo (franja) son aquellas fronteras mencionadas, el “glassone” como la primera frontera entre la iconicidad y el fondo, construida intuitivamente a partir de la omisión de la línea misma, separa la imagen del “halo” o franja amarilla, todo aquello con la intención tal vez inconciente pero sin duda atinada de separar los mismos valores tonales yacentes en algunos extremos de la imagen como los abrigos o algunas partes de la moto, evitando así, que la franja se funda del todo con la imagen; la franja amarilla como la segunda frontera en la composición se integra junto a los elementos icónicos, fraguando cierta unidad que sirve como una especie de barrera o contenedor permitiendo que el peso visual del fondo rojo no arremeta agresivamente contra la imagen central.
Los elementos centrales se encuentran fuertemente relacionados a lo icónico, no obstante, como se mencionó anteriormente la construcción de la pintura en ciertos detalles señala una inclinación a lo plástico palpable en los guantes del motociclista, la ropa, la textura en las luces y reflejos cromados del vehículo, los rostros, y finalmente los rayos de la llanta delantera, los cuales al igual que las grecas del neumático fueron hechos en su mayoría de un solo gesto con el pincel, manifestando el registro de una representación mimética orquestada por la interpretación plástica.         
En la pintura existe una relación de dos planos semióticos (semántico y sintáctico); el planteamiento semántico en la pintura se encuentra ligado a la morfología y la relación de los elementos centrales con la realidad visible figurada en la fotografía, mientras que el planteamiento sintáctico se muestra relacionado al funcionamiento de la composición  y relación de sus figuras y colores entre sí; sin embargo, el plano sintáctico a primera vista no es determinante pues aparece en segundo plano contrastando y dotando de un equilibrio visual a la pintura.
Por otro lado en lo que refiere a los enfoques conceptuales la pieza es un ejercicio de sustitución dado que existe un acto de común acuerdo donde el objeto pasa a ser la representación de la entidad u objeto referencial, en este caso la fotografía en blanco y negro; aunque en la pintura se hace referencia a la fotografía, como se mencionó anteriormente, el autor no ha buscado ser fiel a los parámetros miméticos ya que en inicio se ha encargado de suprimir el fondo original además de que se ha centrado en captar y alterar a criterio algunos rasgos específicos de la realidad en la fotografía, como la inserción de formas, luces y colores inexistentes a la imagen o la supresión de detalles, contrastes y sombras en los rostros de los motociclistas, dotando así a la imagen de una sustitución mediada por el parecido visual a la fotografía.
En cuanto al proceso es evidente que en la realización de la obra se ha superado lo fijo, predecible y lo tangible de la referencia fotográfica, en la pieza pictórica hay un devenir creativo puesto que como se ha dicho anteriormente, hay color, formas, texturas y una alternativa al fondo impuesta por el sentido expresivo del artífice.
La pieza es una representación pictórica puesto que existen en la imagen cualidades que nos llevan a identificarla con la fotografía y más allá de esta con elementos del entorno real, como la motocicleta, los hombres afrodescendientes, los materiales de los objetos como el cromo del metal o la textura aterciopelada de la ropa etc.  
Hablando de la expresividad en la obra se ha de mencionar que el ejercicio pictórico se ha centrado en la “expresión correcta” dado que hay un cuidado de los aspectos formales de la pintura como el soporte, el uso de los materiales, la forma, el orden de la aplicación del color y la composición; hay proyección de emoción en la pieza, pero también un control en el modo final en que se presenta la obra.
En cuanto a las características fundamentales del discurso pictórico (signo plástico y signo icónico) yacen en la pintura coexistiendo en medio de una dinámica visual orientada, una concomitancia visual; En la obra predominan los códigos blandos dado que si ignoramos la fuente referencial —la fotografía— la pieza misma nos traslada a una polisemia, ya que sus unidades expresivas dan partida a múltiples lecturas; en cuanto a los signos, el signo icónico lo encontramos en los elementos de la pintura que podemos asociar con la realidad física, o experiencia visible, como la motocicleta con las maquinas, los motociclistas por su color de piel con una etnia determinada, así como los atavíos de estos con una época específica, también es importante destacar que el rojo y la franja amarilla podrían formar parte de lo icónico pues ambos tópicos aunque no de un modo figurativo se asocian por si mismos a múltiples significados (códigos blandos) que incluso empatan con la psicología y las emociones como por ejemplo el rojo con la pasión, el amor, el peligro, la violencia o la sangre y el amarillo con la calidez de los rayos del sol, la alegría o lo radiante, ambos signos rojo y amarillo en relación tienen una lectura adicional vinculada con la industria alimentaria.
En cuanto al signo plástico este puede visualizarse como se ha mencionado en párrafos anteriores a partir de la expresividad, la energía desbordada a través de los gestos matéricos aplicados con el pincel y el color sobre la tela construyendo la imagen mediante texturas, en las luces adicionadas a los rostros de los motociclistas que permiten una lectura adicional al referente fotográfico elevando a la pieza más allá de lo mimético.
La pintura del artífice ostenta una búsqueda expresiva que pretende a través de ese sentido encumbrar las imágenes de la memoria familiar sirviéndose de las posibilidades retoricas o tropos para construir su discurso; en la práctica del autor ha existido hasta ahora una tendencia a la repetición plástica ya que si presentáramos toda la producción que este ha desarrollado a lo largo del semestre podríamos observar una constante estilística, donde el artífice ha desarrollado su tema mediante estructuras sintácticas similares en cada pintura —fondo plano, franja de transición o halo adherida a una representación pictórica— con variantes cromáticas, icónicas y plásticas en cada obra —repetición variación—.
Estamos frente a una interpenetración fundente ya que la pintura es una nueva entidad, no es la fotografía puesto que se ha suprimido el fondo y la obra mantiene colores y luces que no existen en la referencia original, además la adición de un fondo no figurativo ha generado que la imagen sea apreciada como una propuesta distinta a la figuración costumbrista.
Hay también una elipsis en la pintura dado que hay una cancelación de magnitudes pictóricas, “la supresión del signo plástico llevada al extremo nos traslada a la supresión del signo icónico”, en este caso se puede apreciar que tal cancelación del fondo centra el protagonismo en los motociclistas y define cierta autonomía en el espectador para discernir el fondo y la obra en general vinculándole con cierta polisemia; en la pieza existe parcialmente una elipsis cromática dado que en el desarrollo de la obra el autor se ha encargado de dotar de color a la representación pictórica la cual está basada en una fotografía en blanco y negro, en la obra elementos como la motocicleta, el abrigo del conductor  y sus guantes aún mantienen la monocromía basada en la referencia original, en este caso hay que mencionar que hay también una alteración del orden cromático al menos en la ropa y alteración del tipo icónico por la supresión y adición de una propuesta de fondo distinta a la esperada.
La pieza expuesta es una sinécdoque —La parte por el todo o el todo por la parte— puesto que se despliega de la fotografía y es una figuración, y ya que toda la fotografía así como toda la pintura figurativa parte de una selección y recorte de la realidad; en la presente obra apreciamos que el autor decidió centrarse en destacar la figura e identidades de los dos motociclistas, presentándonos una visión particular de aquella escena en la fotografía, una visión alternativa al registro de la memoria personal de otro individuo; el autor en ese sentido ha querido revelarnos un descubrimiento particular orientado al énfasis de ese fragmento de la realidad que el mismo recorto del referente fotográfico.
Entorno a lo anterior es posible que aquel descubrimiento tenga que ver con un sentido metonímico —causa por efecto, efecto por causa, continente por contenido— orientado en torno al discurso de toda la serie producida hasta ahora por el artífice “presentarnos imágenes de memorias familiares de terceros que por extraño que sea son familiares y nos remontan también a nuestra experiencia personal”, es posible que aquel sea el sentido de la praxisdel autor en la presente pieza al dirigir nuestra atención a una elipsis que resalta el protagonismo de los dos motociclistas, el autor mediante su ejercicio pictórico busca tocar nuestras fibras sensibles, volcándonos a la empatía, la emoción y la nostalgia.
“Toda pintura referencial es una gran metáfora del mundo visible” “Alacenas familiares Transporte” es una obra referencial y en lo que refiere a sus posibilidades metafóricas y alegóricas como se mencionó en párrafos anteriores la obra se torna polisémica puesto que los colores, las formas y los materiales son vínculos de asociación con otras cosas en tanto no se tenga conocimiento del sentido semántico, la fuerza psicológica del color rojo por ejemplo produce vibraciones anímicas adicionales al posible sentido que rige el cuadro, el rojo es fuerte y puede mantener cierta autonomía frente a todas las demás magnitudes haciéndonos pensar en pasión, sangre, violencia y en relación con el amarillo es posible también sentir calor —sinestesia— y pensar en la industria alimentaria, y específicamente en los colores de la imagen corporativa de Mc Donald’s; en términos alegóricos,  los elementos iconográficos sugieren por sí mismos interpretaciones, los personajes y sus atavíos pueden aludir al progreso afrodescendiente en los años 50’s o 60’s o bien remitir a las bandas moteras afroamericanas de las décadas citadas, los East Bay Dragons MC o los Black Panthers; en este último punto podemos notar que las figuras humanas sustituyen a entidades más generales, formando así distintas prosopopeyas que manan de las personificaciones, de esa forma los motociclistas prestan su propia imagen para reflexionar sobre temas variados ligados a una serie de referencias culturales.

En conclusión en la presente unidad el autor mediante su pintura nos ha mostrado una transformación icónica orquestada mediante dos conductos expresivos el plástico y el pictórico, la composición general de la pieza invita al espectador a ampliar el espacio virtual de la imagen pictórica en su mente, siguiendo tres direcciones fundamentales, la primera, la que concierne al vehículo (motocicleta) nos incita a salir del cuadro por la izquierda, la segunda, la de la mirada del conductor nos lleva al extremo superior derecho de la pintura y la tercera, la mirada del acompañante nos dirige a la mirada del conductor y le cruza hasta el extremo medio izquierdo de la pintura; en su generalidad la pieza encumbra una propuesta a la figuración tradicional haciendo que signos pictóricos y signos plásticos converjan en cierto equilibrio visual, la obra como tal no puede ser considerada un ejercicio mimético puesto que las intenciones del artífice han llevado a la imagen en la pintura más allá del registro fotográfico, por otro lado las combinaciones polisémicas son también muy ricas en la pintura dado que podrían existir fácilmente múltiples lecturas para la pieza si se prescindiera tan solo del título de la misma.