jueves, 6 de diciembre de 2007

ANÁLISIS DE LA OBRA DE XAVIER LEÓN: LA SILLA

por: RODRIGO DELGADO SALTIJERAL





Esta ultima obra de Javier León nos enfrenta ha un profundo dialogo entre la pintura concreta y la abstracta, la libertad en la aplicación de la materia pictórica, la sobriedad de la gama cromática y el dialogo entre el claro-oscuro le dan un carácter ambiguo. Ubicando el trabajo desde la perspectiva de los planos semióticos, se confronta una unión entre el plano semántico y el sintáctico. La referencia de un signo es evidente en la parte central-inferior del cuadro, una silla, sin embargo el fondo de la imagen nos afronta a un misterio que encierra al signo y que lo torna oscuro e impreciso, la atmósfera creada a través de manchas escurridas, transparencias y veladuras generan una equilibrio caótico a lo ancho y largo del cuadro; la superficie pictórica se presenta como una zona de lucha entre las fuerzas verticales y diagonales de la luz y la sombra. La representación de la silla nos pretende mostrar, enfrentar con la esencia del objeto, su lugar en el espacio del cuadro es pequeño pero trascendental, preciso dentro de lo confuso, pareciera encerrar y contener ensimismo todo lo que ocurre a su alrededor. La fuerza de la mancha luminosa que se genera en la parte superior del cuadro pasa ligeramente por la superficie de la silla, este elemento sostiene e inmoviliza su carácter de signo, la presencia de la mancha oscura prevalece sosteniendo su valor y existencia.

El reto estético de esta obra esta en el manejo que se encuentra en el misterio de la dualidad acentuada mediante la luz y la sombra y que instiga a la contemplación y la relajación para sumergirse en el ambiente del espacio indefinido. El uso del símbolo, la silla, nos aporta un nivel de extrañeza y de encanto que nos ubica como parte del reto del cuadro, la silla esta vacía, al mismo tiempo parece sumergirse de tras del ambiente del espacio. La imagen aporta el elemento conceptual espacial ya que la fuerza de la dirección de la luz así lo dispone, una vez más el enigma del elemento dual nos transmite un nuevo discurso, el del tiempo y el espacio, la silla de pie, estática, nos habla de la relajación absoluta del ser en ambos niveles; en sentido contrario encontramos lo caótico alrededor de la silla, lo transitorio de su existencia sublimado de manera sutil y etérea.

Entrando en los terrenos de la axiología y las categorías estéticas surgen los primeros cuestionamientos en torno a la ubicación en este campo de la obra de Javier, la primera nos enfrenta al reto que la obra contiene en si misma, la fluctuación entre inestabilidad y estabilidad, la dualidad y lo caótico de la imagen, ¿en que categoría categoría morfológica podemos ubicar esta obra?, la primera impresión que tengo me habla de una conformidad absoluta, sin embargo existe una brisa de deformidad en el manejo de la perspectiva y en la silla misma, no una deformidad de la forma en si, más bien, una deformidad generada en mi percepción visual a través de las veladuras y la confusa perspectiva que se genera a lo largo y ancho del cuadro. Lo borroso de la imagen genera en mi apreciación una sensación de desproporción pero al mismo tiempo de armonía y relajación. El orden del caos se presenta y se extiende como esencia de la imagen.



La categoría de lo ético nos enfrenta a otro desafío que atañe lo moral, lo bueno y lo malo en torno a la obra artística, considero innecesario e imposible enfrentar a la obra de Javier a estos dilemas filosóficos, desde mi perspectiva estas categorías morales están rebasadas ya que la obra se ubica más en los terrenos de lo sublime y lo poético que en los del bien y del mal, su estructura conceptual así lo establece, los elementos plásticos y simbólicos no me sugieren una valoración de la obra dentro de esta disyuntiva. En este punto se abre la duda en torno a la cuestión de como una obra de arte se puede ubicar dentro de estos conceptos filosóficos o si más bien su naturaleza es trascenderlos. La misma situación se presenta en lo que corresponde a las categorías de lo estético y de lo tímico. La obra al ubicarse en los terrenos de lo metafísico transgrede la posibilidad de toda clasificación en torno a la fealdad y la belleza, lo eufórico y lo disforico y las posibles interpretaciones se ven diluidas por la contundencia del espectro poético.

¿Cómo podemos rebasar la subjetividad como parte de la experiencia artística?, ¿Cuáles son los limites de la interpretación y en que momentos son transgredidos por la experiencia y la inconsciencia humana?, estas preguntas surgen como parte del reto de clasificar y conceptualizar una obra de arte de cualquier tipo. En la interpretación de la obra artística en general y de la obra de Javier en particular las posibles interpretaciones se manifiestan dentro de los terrenos de lo objetivo, sin embargo se hace presente otra pregunta fundamental ¿la experiencia del arte va más allá de la objetividad pura y más bien tiene una connotación más de carácter intuitivo y subjetivo en donde el individuo se enfrenta a la imagen o a la materia artística con el fin de establecer una conexión alternativa o paralela con el mundo real a la manera de un sueño no importando tanto las connotaciones simbólicas ni los juicios estéticos o de valores?.

El alto nivel de abstracción manejado en esta obra nos permite abordarla como parte de una estructura sinestésica en donde se manejan polaridades a partir del manejo de los colores y del juego espacial del signo, dentro de esté, el espectador se puede involucrar sensorialmente dentro del espacio pictórico, la posible experiencia sinestésica se da a partir de la intersección entre los mecanismos del color y la materia abstracta que dan la posibilidad de provocar en la mente sensaciones de tipo táctil y sensorial. El carácter metafórico de la imagen se presenta dentro de los mismos juegos de colores y el manejo del espacio, la silla como elemento principal y como eje estructural de la imagen, la metáfora nace como parte de la estructura simple del signo plástico.



Es probablemente un tipo de perífrasis de indeterminabilidad el tropo en donde mejor se asienta la obra de Javier. El silencio, el “no se que”, esta presente de manera paralela a la fácil lectura que por medio de la silla podemos establecer del cuadro. Sin embargo el alo de incertidumbre de la imagen existe y no se puede negar a la experiencia de los sentidos. Los límites del lenguaje se manifiestan a través de lo indecible, lo indescifrable, la experiencia más sublime del arte, la música del espíritu, del alma, la abstracción del objeto en un momento infinito. El signo plástico permanece mudo y estático pero al mismo tiempo iluminado y vivo. El lenguaje y las posibles interpretaciones una vez más se ven rebasadas, el carácter del cuadro esta definido por el enigma y el silencio. Un silencio preciso y contundente que mediante el esparcimiento de la mente se vuelve inmenso e infinito como parte de la experiencia poética, de un impulso vital. En este cuadro se presenta la posibilidad de ver lo invisible o por lo menos lo menos obvio, el dialogo entre un momento y un espacio, una silla y un cuarto, la luz y la noche, las partículas y el microcosmos prolongados, refirmados y concretados como poesía visual, como materia exaltada.

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