miércoles, 12 de diciembre de 2018

Sobre la obra de Itzayana Monroy

Por Ana de los Ríos
Noviembre 2018
Itzayana Monroy
Diagrama l
técnica mixta/ madera
20 cm x 60 cm
2018

La obra de Itzayana Monroy escapa a la definición inmediata pues es una amalgama pictórica muy particular. Esto se debe a varios factores. En el trabajo de esta productora plástica conviven técnicas y materiales propios tanto de la pintura como del dibujo e inclusive del diseño. También está incluida la escultura en pequeña escala cuyas piezas hechas con cartón sirven como modelos al momento de pintar. Sin recatos clasificatorios ni ortodoxias, ella echa mano de lo que necesita para acuñar su lenguaje pictórico. Utiliza óleo, acrílico, grafito, estilógrafo, pincel, espátula, cuña, reglas, plantillas, letras transferibles, etc. A nivel temático también hay un mestizaje. Con libertad compositiva combina un espacio fantasioso con una estructura geométrica que se metamorfosea en su tránsito por el cuadro. Itzayana construye de manera calculada pero también lúdica un mundo que gravita en un espacio que poco tiene que ver con los espacios de la realidad cotidiana. La imagen en su totalidad es un invento que paradójicamente se percibe como una unidad de existencia auténtica. Por todo lo anterior, esta obra puede catalogarse como una representación ilusionista. 
Ciertas partes de la construcción geométrica atrapan la mirada, en especial las que tienen color, y funcionan como códigos de acceso a la imagen. Otras puertas de entrada podrían ser las zonas trabajadas mediante un marcado contraste tonal en donde el claro y el oscuro están separados con nitidez. Una vez adentrados en la observación de esta obra se pueden apreciar detalles más delicados. Entre éstos se cuentan unos componentes que oscilan entre ser cuerpos geométricos e ilustraciones escénicas y cuyos contornos son tan finos y exactos que bien podrían imitar un diagrama científico lo que explica el título de esta obra. 
Los referentes pictóricos son numerosos. El espacio está dado principalmente mediante signos plásticos. En el último plano, encontramos un fondo oscuro hecho con acrílico cuya espesura media ha sido aprovechada para realizar un trabajo de texturas y esgrafiados que coadyuvan a conferir profundidad. Hacia los extremos de la imagen, sobre todo hacia el extremo derecho, aparecen una serie de difuminados nebulosos que vivifican la atmósfera. Al centro, resalta una franja diagonal de límites pulidos en rojos de distintos tonos. La corporeidad de este elemento en el área central es característica de una pintura de óleo, sin dilución alguna. Tiene una presencia estructural y cromática importante. Este es quizás el más claro acceso a la imagen. Otra función de esta estructura masiva en rojos es que dialoga con dos líneas delgadas, también rojas, onduladas y de soltura agradable que atraviesan gran parte de la superficie de la obra. Éstas otorgan ritmo a la imagen y contribuyen a la caprichosa división espacial. 
La presencia del dibujo está dada, entre otros componentes, por un notorio trabajo de líneas. Hay líneas que, como se dijo anteriormente, son los contornos de cuerpos geométricos de hechura precisa que recuerdan construcciones arquitectónicas o diagramas. Hay líneas esgrafiadas en la pintura de fondo que refuerzan la sensación de profundidad en los planos lejanos. Hay conjuntos de líneas de grosores perfectos, a veces con variaciones tonales, perfectamente paralelas entre sí cuya  función es composicional. Hay líneas que marcan entes imaginarios que podrían denotar tensión o hasta recordar las cuerdas de un instrumento musical. 
También existen elementos que podrían situarse en las fronteras de las emparentadas disciplinas visuales. A este rubro pertenecen unos óvalos de colores que se repiten con variaciones cromáticas. Estos óvalos de colores son una constante en la obra reciente de Itzayana. A diferencia de obras anteriores en donde los óvalos parecían flotar y estar desprendidos del resto del evento, su calculada ubicación en Diagrama l y el trabajo de variación tonal al interior de cada uno de los óvalos ocasiona que se integren al todo pictórico y funcionen como hilo conductor. La melodiosa fluidez que se percibe al recorrer esta pintura se debe en gran parte a estos óvalos que dialogan con las delgadas líneas rojas ya mencionadas. 
Diagrama l es un trabajo refinado, ajustado de manera que los diversos elementos códigos blandos y duros, elementos icónicos y cualidades plásticas se articulan coherentemente. En un primer recorrido de izquierda a derecha, probablemente influenciado por los hábitos de lectura y quizás también facilitado por el formato horizontal y alargado (20 cm x 60 cm), la mirada se desplaza a lo largo del terreno plástico de la pieza encontrándose con unidades disímbolas. El espacio entrecortado marca pausas o interrupciones; pero esto se ve contrarrestado por un afinado ritmo que permite y alienta la circulación. Después de una primera apreciación, el espectador es convocado a regresar a los detalles y a vagabundear por los rincones de esta obra. Dicho de otra manera, en un acierto sintáctico, Itzayana inserta una pluralidad de componentes de una manera cuidadosa y efectiva para que el viaje de la mirada resulte accidentado pero suave y multidireccional. Esta pintura podría quizás ser una metáfora de una vivencia compleja pero fascinante, real u onírica.
La producción de Itzayana Monroy es un acto constructivo y exploratorio. Ha abrevado, entre otros, en el constructivismo y en el suprematismo ruso pero su empeño en encontrar su voz propia ha hecho que mantenga un espíritu de búsqueda. Hasta hace poco combinaba figuración y abstracción al pintar frutas de manera realista en medio de espacios creados. Ahora, parece ser que después de largo cabalgar, la autora ha encontrado una veta más propicia para profundizar.
Ella emplea el término de “híbrido” para referirse a su trabajo. Efectivamente, la obra es un híbrido en cuanto a que combina materiales, tratamientos y temáticas como ya ha sido analizado. Su intencionalidad es consciente explicita. Quiere provocar en el espectador un estado de disyuntiva y duda mediante sus invenciones plásticas. Y efectivamente, el maridaje que plantea esta obra puede considerarse como punto de catástrofe múltiple. La ambivalencia en varios niveles somete al espectador a un tipo de crisis; a una pulsión por definir lo indefinible, por encontrarle sentido a esos pseudo-referentes o simulaciones de diagramas. El andamiaje es un divertimento y un desconcierto, una búsqueda y un hallazgo; presenta lo conocido que no concuerda con lo conocido. Esta obra nace de un proceso mental. El proceder de Monroy es empírico pues va experimentando y resolviendo apoyándose en el conocimiento de su variado instrumental y el resultado es una forma de abstracción en cuanto a que no representa la realidad tangible pero es una abstracción truncada por la presencia de los referentes casi icónicos. La imagen logra su cometido al provocar incertidumbre en medio de un deleite muy peculiar.
El contraste entre la saturación y el vació es otra característica importante en esta obra. Ya se había anunciado en obras anteriores cuando en el centro había mayor concentración de elementos y hacia las orillas de la imagen había mucho más espacio. Esta vez, el ritmo y la secuenciación en el posicionamiento de los elementos es dinámico. En el lado izquierdo, más marcadamente icónico, hay una mayor concentración de componentes. Entre éstos, encontramos algo parecido a un puente y un umbral que están hasta cierto punto velados y entremezclados con otras estructuras geométricas. Luego, el centro es la zona de mayor convivencia entre signos plásticos y signos icónicos. Después, conforme se avanza hacia la derecha de la obra, los elementos se van separando o diluyendo para llegar a donde lo etéreo y lo plástico tienen mayor presencia. Este extremos derecho da pie a una apertura semántica y, quizás elípticamente podrían dar paso a que el espectador llegara al vació o al silencio total más allá de la imagen. Cabría también la posibilidad de que el espectador regresara a revisar lo que dejó atrás para volver a observar. En todo caso, el espectador se ve trastocado por el misterio de esta obra.
Habrá que estar pendientes de la producción futura de Itzayana Monroy.