miércoles, 17 de junio de 2009

NASTAGIO DEGLI ONESTI

Una pieza de Silvina Ibañez
por
Bernardo Soriano Gatica




Prefiero los museos para exhibir por que las galerías tienen poco espacio, además mis pinturas no necesariamente son vendibles y los contratos que exigen en ocasiones no puedo cumplirlos debido a que no sé cuánto tiempo más podré estar aquí.
(Silvina Ibañez en entrevista telefónica)
Adjetivación de la escena
Silvina vive en un departamento muy bonito en la colonia Polanco. Tiene dos hijos pequeños, Mateo y Luciano. Mateo es mexicano y más chico que Luciano, quien es argentino. No siempre ha sido así- me dice Silvina, mientras confortablemente disfrutamos de su estudio, el lugar más usado y más querido por Silvina y sus visitas- yo he vivido en condiciones muy difíciles; estoy muy consciente de que esto es temporal, hoy lo podés tener y mañana ya no.
Para Silvina el acto de pintar (la acción y la creación del objeto) parece oscilar entre la autoafirmación de la existencia propia y la lucha militante. Me parece que ella es una autora ideal y que repara tanto en lo temático en consonancia con lo pictórico, así como en lo icónico. Las telas, el lienzo, cobran dimensión semántica por sí mismas, se vuelven signo. Dice Silvina que figura y fondo juegan en su pintura un rol sui generis. Mientras que la pintura es la figura, el fondo es contexto, o para decirlo con mayor claridad, recontextualización de la obra, es decir, si vemos una alfombra, una tela arrugada, debemos entender que son marco de referencia por el que podemos acceder, son, además de códigos de acceso, cualidades objetuales extra-pictóricas, mas no por ello dejan de ser unidades de significación. Entonces, si la figura es la pintura y el fondo el contexto, el marco de referencia: ¿a qué nos refiere ese contexto, ese marco? Esa es, pues, la cuestión de este ensayo, y ese es sin duda el punto de quiebre más importante en el sistema pictórico de Silvina.


En los últimos años, mis intereses plásticos y técnicos están estrechamente vinculados con la crisis política encarnada en la desigualdad social; en la violencia sea cual fuere su origen; en el consumo y su cíclico devenir, que transformado en deshecho, abre un abanico de consecuencias que repercuten, en las condiciones indignas de vida. (Silvina, Qué es un valor? Categorías Axiológicas.
Aparece salvaje y ruda, la tierna figura botijona de Nastagio, el de Silvina. Toma su calzón, su bombacha diría ella, como el niño cagón, o mejor, como el viejo impotente; lo sostiene buscando más sustancia, sin embargo sólo el eco de los árboles, en el fondo, parece responder. Pobre Nastagio, sinvergüenza oportunista, arrugado, pisado sin duda; es él, nuestro representante fidedigno.
La imagen naif -dice Silvina vía telefónica- es de hecho, un código de acceso. Y tiene razón, sus pinturas son un despliegue culto y bien consciente de inconformidad ante el sistema y ante sí misma. Su lucha va y viene entre lo público y lo privado, como un frenesí sin descanso, salvo las horas que le arranca al tiempo, amor compartido, amor construido, errante, inmigrante suspenso que toca tierra tras un mar de arrugas en Nastagio degli Onesti, quien se mira extrañamente dócil, casi tierno…
Silvina espera un público culto, sin embargo, para aquellos que no lo somos tenemos la Web. De una página al azar se puede extraer la siguiente información:
El conjunto ilustraba uno de los cuentos narrados por Boccaccio en el "Decameron", la novela octava de la quinta jornada, que lleva por título "El infierno de los amantes crueles".Las tablas permanecieron en Florencia, en manos de los Pucci, hasta 1868. Pasaron después por distintos propietarios hasta que, en 1929, don Francisco de Asís Cambó compró las tres primeras a los herederos de Joseph Spiridon. En 1941, el propio Cambó las donó al Museo del Prado. La cuarta tabla se encuentra en la actualidad en una colección privada norteamericana. http://www.zonagratuita.com/a-cursos/biografias/SandroBotticelli.html.
Se dice que posiblemente las tablas que pintara Botticeli, se pusieron en una habitación en una casona italiana, frente a un arcón de boda, destinado a guardar el vestido de novia. Otra versión dice que se pintó para un "spalliere", o casetones de madera con los que se revestían por entonces las paredes de las habitaciones principales de las casas nobles florentinas, para resguardarlas del frío y de la humedad. Idem.



Cautivada por la figura de Nastagio, al mismo tiempo ridícula y conmovedora, Silvina zurce el tiempo que media entre Bocaccio, Boticceli y el nosotros, sociedad civil, ente raro y curiosamente esperanzador. El tiempo que tenemos está compartido, se debate entre ética y astucia, entre el bien y la felicidad a como dé lugar. Somos público, esperamos y deambulamos frente a la pintura de Nastagio con el mismo asombro que un hombre o una mujer, cansados de trabajar todo el día, frente a un sofá o una cómoda alfombra, cavilarían en lo que nunca podrán hacer con sus amantes; mientras que en otro sitio, frente a la tele y sin mirarla, con amor en sus mentes, los amantes, se lamentan debido al viento que se lleva bellas nubes, castillos en el aire.
Nastagio es el héroe de ensueños y a su lado, sensual figurilla recortada por finos pellizcos de pincel, se destaca, en el centro de la pintura, la amante, la esposa, la adultera, la víctima, la mártir; Eva acechada por la serpiente y por el esposo furioso, el amante celoso, la turba, por los que nada entendemos de las profundas pasiones, sublimes condenas que comenzaron el mundo… en fin, los ignorantes cabalgamos desde el fondo, apenas supuestos, casi desdibujados y con ganas de matar. Si hubiera que decir algo, si hubiera que pronunciarse por algo, yo lo haría por la torpeza de la inteligencia, oscurecida por el deseo.
Botticelli (el botijón, para decirlo en español) posiblemente consideró que su pintura tendría un público muy pequeño, apenas un círculo íntimo y familiar. Sin duda que advirtió el Nastagio florentino de su época, pero no pudo adivinar el de la nuestra, Silvina lo recontextualiza y lo vuelve contemporáneo.
Mateo atraviesa la pintura puesta en el suelo una y otra vez, mientras yo me asombro del tamaño de la pintura de Silvina, que miro por primera vez en vivo; antes sólo la había visto en pdf, por mail. En su departamento, la pintura reposa mitad en una linda alfombra y mitad en un piso que simula ratán. A Mateo no le importa Nastagio, ni Botticelli ni nadie, sólo lucirse, como dice su mamá, quien lo regaña hasta que se calma, aunque sea por un momento, ¡Mateo es tremendo!


Silvina ha retratado, como Botticelli, a Nastagio en el momento en que no sabe él mismo si es un héroe o si el héroe que podría ser, está a punto de descubrir su impotencia. Silvina dice que el tema de la obra es la violencia, quiero ayudar pero no sé cómo, me dijo Silvina por teléfono, tomando la perspectiva Nastagiosana. ¡Lapsus!, diría mi esposa (ella es psicóloga), aunque sin duda Silvina ya lo ha considerado conscientemente como un sino individual, signo de los tiempos y de la colectividad, ¿qué hacemos?, ¡cómo le hacemos!, todos quisiéramos ayudar pero cómo si parece un espectro, tal como el de Nastagio, el que delante nuestro se cierne.
Silvina me explicó por teléfono que Nastagio, al ver su imposibilidad, decide aprovecharse de ella. Es decir, que al darse cuenta de que los amantes son espectros y que repiten el acto de destripamiento una y otra vez, nuestro héroe, Nastagio decide aprovechar la situación y convencer a su enamorada, a que se case con ella. Así que posteriormente Nastagio organiza un banquete en el mismo lugar en que se sucede cíclicamente el destripamiento. Cuando la amada de Nastagio ve la escena, queda tan sorprendida que finalmente, después de muchos intentos infructuosos, ella da el sí al pobre, astuto y miserable Nastagio. Y entonces todos nosotros, yo, ustedes, Silivina, volvemos a casa, a reposar en nuestras alfombras y a pintar un poco más.


Este es el trágico desenlace de lo estético. Silvina quisiera abordar la creación desde el punto de vista práctico. Ella así lo declara puesto que dice que aborda situaciones de la vida cercana, de la vida cotidiana. No obstante que como Nastagio, muchos artistas quedamos ahí sin mover a la acción. En todo caso podría haber un tanto de acercamiento cognitivo, es decir: aborda la creación desde el punto de vista teórico, puesto que apunta al conocimiento de una realidad. Sin embargo es desde lo eminentemente estético que Silvina encamina la reflexión. Cuando pone la alfombra o arruga la tela, las cualidades sensibles del objeto, el punto de catástrofe en su pintura, nos catapulta a la realidad vigente, contemporánea. Pero estas cualidades por supuesto, como dice Frondizzi, en el caso de Silvina conllevan un valor, justamente en contraposición con el tema. Es decir que Silvina adopta por momentos, y de manera crítica, la posición del observador, la posición de Nastagio. Sin embargo estos elementos sensibles del artefacto, figura propuesta por Mukarowsky, se cargan de sentido, porque Silvina los carga de sentido a través del impulso estético, que no mueve, por cierto, directamente a la acción práctica, sino en realidad, creo yo, a la reflexión poética, por tanto estética, que dicho sea de paso, es la semilla de la acción profunda, primero de la conciencia y en algún momento de la realidad física. Es decir, la presencia del soporte en las piezas de Silvina, la alfombra y la tela arrugada, exigen ser completadas por la experiencia estética del espectador; se presentan y o se pueden dejar desapercibidos, estos elementos singulares y el espectador los utiliza además, como ya se dijo, como elementos contemporarizadores.
Esta es pues, creo yo, la apuesta de Silvina, una militante de la poesía y el absurdo. Silvina se encuentra cerca a la propuesta de Sontag, en el sentido de que el contenido es el arte y no comulga tanto con la hermenéutica de lo banal, de Fredric Jameson.
Mis obras, dice Silvina, buscan resistir, las débiles estrategias de argumentación oficiales que intentan, simplificar, neutralizar ó desestimar las críticas. Por ende las categorías objetivas éticas y estéticas, valoradas desde el bien ó lo bueno operan en consonancia con la subjetividad morfológica y tímica que operan en el proceso creativo valoradas desde lo deforme y eufórico. (Silvina. Qué es un valor? LA APROXIMACIÓN DEDUCTIVA PERSONAL. 20 de Febrero de 2009).

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