lunes, 11 de junio de 2007

ALEJANDRO GAMBOA

Luego de un año de no vernos, el regreso al taller después de un sabático resultó complicado, la impresión que tuve de sus trabajos no fue favorable y entré en una suerte de desaliento ya que no sabía por donde íbamos a nutrir los distintos procesos creativos.
La primera sorpresa que tuve fue la novedad de que Alejandro optaba por ampliar su panorama de la pintura incursionando en un aparente cambio de soporte sobre el que intentaba pintar lo que le conocíamos, el cambio sólo era de superficie, más no de discurso iconográfico.


En este trabajo la zozobra fue el elemento fundamental ya que lo ganado en su pintura se echo a la deriva en un soporte que no se justificaba del todo, de tal manera que lo que veíamos no era ni pintura ni escultura ni objeto, sino simplemente una suerte de divertimento que en su momento pudo servir como ejercicio de ruptura con lo que venía haciendo pero que contemplado como trabajo terminado no acababa de plantear potencialidades visuales ni conceptuales.
Tratando de encontrarle lo favorable al asunto, estaba la posibilidad de ver en el ejercicio un acto de contrición con el que le “pedía permiso” a la pintura para abordar territorios que le eran desconocidos pero atractivos. El puente para lo que vendría estaba trazado y el soporte poco a poco comenzó a ganar terreno y presencia en lo que vendría.


Aún utilizando camisetas como soporte, ahora teníamos un giro que intentaba proyectar connotaciones más que presencias, el mensaje se tornó efectista en términos simbólicos y la pintura sólo sirvió como recurso sustituto de la realidad, misma que estaba aludida por medio de la carga simbólica de los rojos, lo pictórico se canceló por completo y lo mostrado fue obvio: agresión representada y aludida, el trabajo sacrificó la evocación por la narración.
Aún con la inercia muy marcada del oficio de pintor, Alejandro se debatía en la posibilidad de emplear nuevos medios pero sin negar la presencia de la pintura. Manteniendo el hallazgo del soporte, recurrió a la tarea de intervenirlo con costuras que intentaban obtener nuevas cualidades expresivas del medio, con un dejo titubeante, más que sobrio, el ejercicio contuvo de manera discreta la intervención de la puntada en maridaje forzado con la aplicación del color. El resultado fue una suerte de bordado coloreado sobre soporte de camiseta.


Contrario a los primeros trabajos, en este ya no existía una apelación obvia a una anécdota o discurso narrativo inducido, ahora el reto se quedaba simplemente en la posibilidad de encontrar recursos visuales sobre un soporte que bien podría tener relaciones simbólicas por el uso que tenía como prenda de vestir, pero que no proyectaba ninguna señal por donde darle sentido, el ejercicio fue afortunado no por lo que logró visualmente, sino por lo que desató creativamente.
Al momento que escribo esto no sé si el trabajo fue desarrollado en el orden que planteo, no es mi intención hacerlo de este manera, pero tengo que admitir que parece que hubiera una evolución en lo mostrado, cambios que desde la perspectiva que guardo como espectador, me resulta revelador toda vez que me permite ver que el camino emprendido resulta favorable, sobre todo desde la perspectiva de apertura creativa más que como consolidación de propuestas visuales específicas.
Conforme fuimos viendo más trabajos, el asunto comenzó a tener causes más objetuales, sus trabajos desecharon la pintura y se enfrentaron con el reto de sacar provecho expresivo del material y de la costura que empleaba, anulando la carga referencial del soporte y empleando una limitada gama de intervenciones, lo logrado nos pudo ubicar en un paraje desolado con respecto al sentido del objeto, todo anunciaba la necesidad de relacionar la serie de ejercicios para tratar de encontrar la “lógica” interna de lo realizado, de lo contrario no tendríamos más desafíos que la apreciación pasiva que no alcanzaba a activar más que una tímida contemplación estética.


Seguramente Alejandro se daba cuenta de lo que sucedía y en un afán de dar con más retos, comenzó a explotar de una manera más decidida sus soportes, mismos que para esta altura del partido ya no tenían el compromiso por defender la referencia o la apelación simbólicas; las camisetas dejaron de ser la prenda que se pone, para asumirla como un material susceptible de ser manipulado, deformado y expuesto de manera visual, presentativa, denotativa más que referencial.




Los ejercicios comenzaban a tener una fluidez formal que nos permitían ver formas más que camisetas, esto lo obtuvo tal vez sin querer, tal vez fue una inercia que como espectadores seguimos una vez que agotamos las connotaciones nos enfrentamos a la forma, no lo sé, pero cualquiera que haya sido la causa, teníamos la posibilidad junto con el autor, de dar con otras alternativas visuales que depositaron su aporte en la exploración de la forma en su faceta de tensiones, ejes direccionales, gravedad y la intervención de recursos cromáticos limitados.


Ya alejado de los fantasmas simbólicos que tan obvios resultaron en un principio, el trabajo llegó a una etapa interesante en la que ya podíamos ver algo más que el rompimiento con lo que venía haciendo en pintura y su viraje hacia otros soportes.
Lo que encontraba Alejandro era una forma híbrida de carácter escultórico emparentada con la instalación que conservaba aspectos referenciales mínimos pero efectivos, más evocadores que descriptivos y aunque no acababan de tener la solvencia necesaria como para contemplarlos maduros, si dejaban ver que el proceso de experimentación estaba dejando frutos. Contrastado el asunto con piezas estériles, finalmente pudimos ver un trabajo que tenía coherencia en si mismo, el juego de tensiones y recursos cromáticos elementales supero esa inercia dominante contenida en los referentes simbólicos de los materiales empleados, logrando una pieza en la que el espectador se enfrentaba a una problemática visual efectiva, colocada en un frágil hilo entre la contemplación estética y la evocación.


No podemos negar que lo mostrado maneja una gama de recursos altamente efectistas, con fuerte capacidad de intromisión en la escala de valores formales de los espectadores, pero también tenemos que precisar que éste es precisamente el reto que ha enfrentado Alejandro y que ha de explotar en aras de conciliar algunos aspectos propios de su producción, elementos que van desde la paleta altamente tímbrica hasta la iconografía recurrente.
Vale todo el trabajo desarrollado como una afortunada exploración por caminos que le servirán para consolidar su trabajo y para mantener la capacidad de asombro y de renovación en todo lo que se plantee en el futuro.

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